5 ago 2007

Sabor a Tí (II)

Ni el frío cortante de la noche ni la persistente llovizna helada eran capaces de disipar la sensación de urgencia, esa angustia que se había instalado en su corazón y en su garganta desde la noche anterior, desde cuando la dejó dormida, desnuda, bella y peligrosa, y feliz. Esa misma angustia que le hacía llevarse los dedos a la nariz para sentir el aroma de piel y cabello, que le recordaba esos maravillosos sabores íntimos – a boca, a lengua, a pezón, a éxtasis – que conocía tan bien, pero que hoy quería sentir otra vez antes de que fuera demasiado tarde. Hoy cumpliría su promesa: con ese pensamiento apretó con más fuerza el acelerador de la motocicleta. Tras tanto tiempo nunca la había visto tras el rostro que casi todos conocían, y era hora – era, de hecho, urgente – desvelar todos los misterios, llenar todos los vacíos. Decirle que la amaba. De nuevo esa angustia atenazante hizo sentir en su pecho y en su garganta inconfesables instrumentos de tortura, y de nuevo combatió la tortura a través del recuerdo. El recuerdo de un beso. La textura de unos labios. El sabor de una boca que amaba para siempre. Embebido en recuerdo y deseo cerró los ojos por un instante infinitesimal. Suficiente para que dos luces enceguecedoras, metal y asfalto acabaran con la angustia, con la urgencia y con todas las otras sensaciones. Excepto el sabor recordado de un beso final.

6 comentarios:

Aretino dijo...

Buen cuento. Los recuerdos interfiriendo con la realidad.

Anónimo dijo...

Menos mal y no te gustaba la palabra...que escribiste 2 veces....

Anónimo dijo...

NUNCA dije que no me gustaba la palabra. Dije que era dura para mí, teniendo en cuenta mi particular estilo y que me robaron mi tema favorito.

Jaime Diaz dijo...

Esteeee... y tenia que morir el tipo?

Anónimo dijo...

Turin: Es uno de mis finales. Alguien tiene que morir. Si no todos, como en Terror a dos Voces.

Anónimo dijo...

Hay urgencias.. que si no son atendidas a tiempo pueden causar la muerte!!! Y eso también aplica para cositas del corazón.

Saluditos

Wendy