Ella, tan hermosa, tan eterna, tan mortal.
El, tan imperfecto, tan mundano, tan real.
Ella, tan sola, tan feliz.
El, tan solo, tan osado.
Ella, tan alicorada, tan olvidadiza.
El, tan extenso, tan caliente.
Ella, tan exhausta, tan plácida.
El, tan fugaz, tan acertado, tan lúcido.
Ella, tan taciturna, tan implacable, tan salvaje.
El, tan indulgente, tan permeable, tan usado.
ella, tan inconstante, tan pasajera, espero la llegada de la mañana y se fue sin decir adiós.
13 jun 2011
Corta historia, y no de amor
Permalink
| 2
Escucharon y Hablaron
|
Temas: Cuentos, desconocida, deseo., Edilay, el, ella, historias
10 may 2011
Trastorno Real
Después de muchos años ya no encontraba la diferencia entre un sueño y un recuerdo, su imaginación que cada día se tornaba más autónoma le regalaba imágenes vívidas que le hacían confundir sus sueños y su realidad, esta era la causa de su desconfianza cuando caminaba por la calle y alguien le sonreía, era alguien real intentando ser amable? o era otro personaje de sus sueños que buscaba perseguirle para acabar con su vida en un concurrido callejón?
No podía establecer si las marcas en su cuerpo eran producto de una noche de pasión o de haber caído por las escaleras, cuál de los dos eventos era real y cual era un recuerdo?
La canción infantil que sonaba en su cabeza era el recuerdo de su madre o era la canción que cantaba a sus hijos antes de dormir, eran sus hijos reales o parte de otro sueño?
Lo pensó muy bien, no se sabe si en sueños, en un recuerdo o en su realidad, pero tomó el teléfono y después de veinte minutos en línea tenía un compromiso y treinta y ocho minutos para llegar a tiempo.
Llegó a tiempo pero no le era claro si lo había hecho en sus sueños volando o después de una pelea con un taxista.
Dos horas después abrió la puerta, le bastó mirarse en el espejo de la sala de espera para saber que ahora todo era diferente, abrió su mano, desarrugó el papel y lo leyó una vez más, mientras una sonrisa de oscura satisfacción se dibujaba en su cara: Diagnóstico: trastorno afectivo bipolar con efectos tempranos de mal de Parkinson o posesión demoníaca.
25 ene 2011
Tatiana
Tatiana era una mujer espectacular, como pocas existen en este planeta. La adoré en mis pensamientos más diáfanos y también en mis pensamientos más corruptos. Era imposible no hacerlo. Hermosa morena…
Tatiana tenía la valentía para hacer cosas que yo no podría hacer. Probablemente más disciplinada, estudiaba para administrar negocios en el extranjero y para conocer cómo el Derecho los regulaba. Morena, disciplinada y bella…
En las lejanas tierras neoleonesas, Tatiana comenzaba a vivir una experiencia fascinante en la vida de cualquier estudiante universitario. Había viajado miles de kilómetros para descubrirse como hispanoamericana frente a aquellos hispanoamericanos que parecen tan distintos. Estaba cerca de aprender que nuestras diferencias son apenas formales. Morena, disciplinada, bella y curiosa…
Quise hacerla mía, al igual que muchos otros hombres que no podían resistirse a sus profundos ojos oscuros que parecían pozos infinitos de ternura y lujuria mezcladas. La quise y quise quererla. Quise que me quisiera, o al menos, que quisiera quererme, pero la vanidad de los hombres me hizo explorar nuevos horizontes después del rechazo. Morena, disciplinada, bella, curiosa y deseada…
Hoy Tatiana está más lejos que nunca de mis deseos, mis angustias, mis palabras y mis ideas. Tatiana es ahora inalcanzable de manera tan triste, que la rabia y la confusión nublan mis pensamientos. Mi pensamiento está nublado como al parecer estaba aquella atmosfera regiomontana que no permitió a Tatiana ver la contundencia con la que la vida pretendía recordarnos a todos la fragilidad de la existencia. Morena, disciplinada, bella, curiosa, deseada y… Muerta.
(En memoria de Tatiana Castañeda Godoy).
Soundtrack: Promenade dans le jardin - La Belle et la Bete - Philip Glass
Permalink
| 10
Escucharon y Hablaron
|
Temas: demonio, fragilidad, historias, Homenaje, ironias, Muerte, Verdad, Walter Hëgon
17 dic 2010
Un hombre de buena fe II: In memoriam Carolus Magnus
(Click para leer la primera parte del cuento "Un hombre de buena fe")
Lo más irónico de la historia, es que la muerte realmente tenía razón. Nadie representa para ella más que un fulano más y eso lo había visto en seis ocasiones nuestro héroe durante el año que está por terminar. En especial dos de esas muertes fueron impactantes para él.
La primera vez, fue la muerte de su tío. Al menos la genética decía que lo era, aunque las relaciones hace rato habían probado lo contrario.
Carlos Sánchez era un hombre extraño dentro del contexto de su familia. Uno de aquellos individuos que a los ojos de sus víctimas eran la personificación del mal, pero que ante el espejo podían verse confiando en que eran hombres de buena fe. También tenían sus ambiciones, sus metas, pretendió alguna vez conquistar el mundo. Su esposa fue hermosa. Deseada por muchos. De aquel tipo de mujer que huele como la carne recién preparada para aquellos hombres que viven en una alerta permanente por encontrar mujeres que puedan llevar a la cama.
Seguramente Carlos pensó lo mismo cuando la vio por primera vez. Nuestro héroe al pensar en la situación llegó a preguntarse si en verdad Carlos alguna vez se había sentido como una buena persona o si alguna vez se sintió como una víctima. Si él era capaz de sentir alguna cosa buena.
El horror de sus últimos días, le fue contado a Divius por su otro tío, Matías. Al parecer, viejo y amargado, Carlos se había encerrado en el oficio que había aprendido tras haber sido despedido del único empleo que tuvo por robar a sus jefes. Y es que desde hacía varios años, Carlos había perfeccionado su técnica y conocimientos en la reparación de computadores. Murió por una falla al corazón. Un doloroso infarto que se desarrolló por lo menos durante 24 horas. O eso le dijeron.
Su hijo no quería asistir a su funeral. Carlos Mauricio decía, que él había sido su progenitor, más no su padre. Esta frase le fue dicha a Divius por su primo, cuando intentaba convencerle que asistir al funeral era un gesto de apoyo a su madre y no de honrar la memoria de su “progenitor”. Se la dijo aquella noche, mientras comía Chop Suey y veía novelas mediocres en televisión. Realmente no parecía afectarle. De alguna manera, era envidiable.
En efecto, Divius, aunque lloró amargamente cuando se encontró con su propio “progenitor”, en la sala de espera de la funeraria donde estaban preparando el cadáver de su tío, no lloraba por la muerte de él, sino por una idea abrumadora: pensó que nunca se enteraría del día de la muerte de su padre. Y que tampoco se enteraría de su muerte. Visto desde la perspectiva de un espectador en una sala de cine, la escena era simplemente demasiado trágica para no llorar amargamente, pues Divius, quería a su padre, aunque fuera consciente de que solamente fuera su “progenitor”.
La segunda muerte que estremeció a Divius, ocurrió la mañana del 17 de diciembre de 2010. Carlitos Figueroa, un hombre gentil – en la acepción de la palabra que comúnmente podemos encontrar en la Biblia – había fallecido después de más de una semana de haber sido hospitalizado. Las causas de su muerte se desconocen en el instante en que estas líneas fueron escritas. Sin embargo, las ideas no dejan de fluir en la mente de nuestro héroe.
Carlitos era de aquellos hombres para los cuales la ingeniería del alma era como la de una catedral gótica. Aunque podía ser inmensa, era bella. Y a pesar de su tamaño, nunca colapsó. O Divius nunca lo supo, pues en las pocas veces que compartió con él, siempre hubo generosidad.
De niño, Carlitos muchas veces se ofreció a colaborar con diligencias del pequeño Divius. Si era necesario ir al colegio, si era necesario ir a entregar un documento. Y cuando se trataba de visitarlo, las pocas veces que lo hizo, eran visitas realmente agradables. Llegó a su vida en el cambiante 1997, cuando la primera migración de nuestro héroe tuvo lugar, desde su pequeña burbuja provincial donde incluso el crimen es seguro, a la hostil capital. Una de las ciudades más caóticas y peligrosas del planeta.
Solía llamar a la casa para hablar con Carmencita, su abuela – aunque ella detestaba profundamente esa palabra. El los escuchaba hablar en voz baja por el teléfono, como si se tratara de dos quinceañeros que se están jurando amor. Era bonito, aunque nuestro héroe sintió celos más de una vez. Aún así era bonito.
Muchas veces le había invitado a visitarlo a la ciudad a la que se había mudado. El clima cálido era tentador, pero la angustia estúpida por no incomodar, sumada a la desgradable presencia del "progenitor" de nuestro héroe hicieron que nunca se materializara tal decisión. Se había aplazado como muchas que debían ser inaplazables, porque uno de los defectos que Divius nunca pudo corregir, fue la idea que siempre había suficiente tiempo para hacer las cosas, aunque la vida le hubiera demostrado que no existe suficiente tiempo para nada.
Un día antes de morir, Divius se enteró de la delicada situación de Carlitos. Su madre le había alertado al respecto y sin embargo, solo intento llamarlo una vez. No lo logró y después solo lo aplazó. Nuevamente.
La mañana de la muerte de Carlitos, Divius estaba quejándose de que no podría festejar con sus amigos si decidían que viajarían a visitarlo en su lecho de enfermo el día domingo y no el lunes. Luego de un arreglo con su madre, acordaron convencer a Carmencita de viajar el lunes a aquella calurosa ciudad. Pocos minutos después, su madre lo llamó para contarle que Carlitos había muerto. El sentido de todo plan había sido arrebatado en ese momento. Era inútil planear. La muerte había desvanecido las vida de otro hombre de buena fe, quien tal vez mereciera más el título que el propio Divius.
Carlitos había muerto. Y a Divius no le quedaba otra opción que la de aceptar que los buenos deseos, que las buenas acciones, no eran nada ante la muerte. Que probablemente nada tuviera sentido, porque la muerte se llevó tanto al mezquino como al bondadoso. Porque nadie sobrevive a su terrible sentencia.
Lo peor de todo es que lo único que Divius pudo hacer ante tal situación, fue robarle inspiración al suceso y escribir unas mediocres líneas tratando de hablar acerca de la finitud de los seres vivos. Todo para cumplir con un estándar absurdo y autoimpuesto, pues su texto aunque pueda ser del agrado de varios no lo es de él mismo, porque se nutre de la desgracia para lograr el reconocimiento.
Y así tendrá que continuar su camino conciente de una inefable verdad: la vida sigue, no importa la naturaleza de las circunstancias que vivamos y aunque decidiéramos nosotros mismos acabar con nuestra existencia, jamás escaparemos del inevitable paso del tiempo y todas sus consecuencias. Es responsabilidad nuestra no hacer nada útil con el que nos dieron. Nuestra y de nadie más.
Pic: "Some day, i'll bring you flowers, frozen flowers of death." by e³°°° licenciado bajo una Creative Commons CC. BY-2.0
Soundtrack: Maps - The Yeah Yeah Yeahs
Permalink
| 0
Escucharon y Hablaron
|
Temas: Bonito, cambio, Cuento Breve, demonio, fragilidad, historias, Homenaje, ironias, Muerte, Verdad, Walter Hëgon
6 may 2009
Un hombre de buena fe
Hubo una vez un hombre de grandes ambiciones. Eran tan grandes y eran tantas que aún durmiendo - o con más razón - no paraba de pensar en ellas. Eran todas impresionantes y envidiables. Algunas eran obras sociales, otras incluían dominar el mundo y solo algunas veces, nuestro querido ambicioso, añoraba ser un ser banal, aunque debía reconocer que cuando lo hacía se sentía bien.
Era un hombre de imperativos y principios a priori. Era un hombre que se embriagaba con las sensaciones más paganas pero con un sentido infinito de su propia buena fe. Un hombre aveces torpe, debemos reconocerlo, pero en medio de su torpeza siempre hubo un infinito amor hacia quienes apreciaba. Egocentrico algunas veces y superfluo en otras, pero siempre con la sensación de que debía superar su propio ser y su propia identidad para llegar a ese punto que tanto deseaba llegar.
Un día la muerte decidió entrevistarse con él. Golpeó su puerta y nuestro amigo le abrió. Ella se identificó y en medio de su estupor y después de alguna prueba de que su vistante era quien decía ser, accedió a escucharla para saber que era lo que deseaba la muerte de él.
Se miraron fijamente por un largo rato. Nuestro heroe sudaba y palidecía mientras descubría la mezcla de belleza y maldad que envolvía el rostro de su visitante. Pensó en todo lo que él quería, era y soñaba ser. El soñaba con la inmortalidad a través de sus obras.
Al final ella sonrió, inmutable se levantó para marcharse y le dijo:
No te preocupes, no eres nada, solo un fulano más que con sus ambiciones pretende vencerme.
Pic: ":P" by Esparta licenciado bajo una Creative Commons CC. BY-2.0
Soundtrack: Die Sonate Vom Guten Menschen - Gabriel Yared.
Permalink
| 4
Escucharon y Hablaron
|
Temas: Bonito, cambio, Cuento Breve, demonio, fragilidad, historias, ironias, Muerte, Verdad, Walter Hëgon
2 may 2008
Don Medardo Vargas (Las Historias del Abuelo)
Don Medardo Vargas era el dueño de la única farmacia del pueblo. Hombre correcto, serio y recto, tanto que rayaba en la rigidez. Respetado por todos e incluso temido por su fuerte carácter.
Un buen día, o un mal día según por donde se mire, don Medardo recibió una llamada telefónica a su negocio.
-Buenas don Medardo, ¿cómo le va?
-Buenas joven, cuénteme, ¿en que puedo ayudarlo?.
-Don Medardo, ¿tiene cánulas rectales?
-Si señor si tengo. ¿De que tamaño necesita?
-¿Cual es la más grande que tiene?
-La doble cero.
-Métasela por el culo.
Y colgaron.
A don Medardo le recorrió un chorro de agua helada desde los brazos hasta la cabeza y luego empezó a bajar por su espalda hasta llegar a sus piernas. Se quedó un rato con auricular aun en la oreja y luego, lentamente lo dejó caer. Y mientras caía don Medardo abría la gaveta del escritorio y sacaba su revolver, un Webley Mark IV que limpiaba todos los días, por si acaso. Y mientras abría la gaveta el frío que lo invadía se fue transformando lentamente en calor. Un calor tan intenso que lo quemaba por dentro.
Y don Medardo salió a la calle con el revolver en la mano y gritó: Voy a matar a ese hijueputa!
-- * --
Don Merdado había salido directo para Telecom a exigir que le dijeran quien había sido el chistoso que había llamado a burlarse de él. Telecom estaba al otro lado de la plaza. Don Medardo iba gritando por todo el camino que iba a matar a ese hijueputa, y por esto en la puerta de Telecom ya se arremolinaba gran cantidad de curiosos mirando como don Medardo agitaba el revolver en el aire y le gritaba a Amelia, la telefonista, que le dijera quien lo había llamado si no quería que la matara a ella también.-No señor, no puedo decirle de donde vino la llamada.
-Dígame Amelia porque voy a matar a ese hijueputa.
-No puedo don Medardo, necesito una orden del alcalde. No ve que eso es información confidencial?
A los pocos minutos llegó el alcalde.
Afuera la gente comentaba. Inventaba y sacaba conclusiones. Nunca habían visto a don Medardo tan alterado y hay que ver que él se alteraba con suma facilidad. Como aquella vez que descubrió al hijo de Ismael Serrano emborrachándose con jarabe para la tos y fue a su casa a insultar a Ismael por la “mala educación y mal ejemplo que le estaban dando al chino”. Ismael Serrano acabó pidiéndole disculpas y prometiéndole que iba a estar mas pendiente de Samuel y que iba a dejar de tomar en la casa.-¿Qué es lo que pasa aquí Medardo? Cuál es el escándalo?
-No me joda Orlando. No me joda porque soy capaz de faltarle el respeto.
-Pero cálmese Medardo y guarde ese revolver que va a lastimar a alguien.
-Es que ese hijueputa Orlando... ese hijueputa me dijo que me la metiera por el culo... lo voy a matar.
-¿Cuál hijueputa? ¿De que habla? Venga, venga, siéntese y hablemos.
Pero esta vez era diferente. Algo grave seguramente había ocurrido porque ni el alcalde parecía tener los argumentos suficientes para calmar a don Medardo. Por eso cada vez llegaban más y más curiosos.
-No Medardo. Yo no puedo dar esa autorización porque usted es capaz de hacer una locura.
-Pero es que ese hijueputa Orlando... ese hijueputa...
-Tranquilo. Venga, vamos a la alcaldía y nos tomamos un trago y se calma un poco.
Y se lo llevó. Y a punta de Ginebra y buenos consejos logró calmar a don Medardo después de casi dos horas de charla. Esa noche don Medardo regresó a su casa. Organizó las cuentas del día y decidió tomar el percance como una llamada de un desocupado. Como una broma de un idiota que no tenía nada mejor que hacer. Cuando se disponía a cerrar la puerta que comunica la casa con la farmacia volvió a sonar el teléfono.
-Don Medardo?
-Si, ¿a la orden?
-Don Medardo, me enteré de la broma de mal gusto que le hicieron. El colmo que haya gente tan desocupada.
-Imagínese. Ese hijueputa me dañó el día.
-No no no, es que se ha perdido el respeto.
-Completamente. Imagínese, llamarme para decirme que me meta una cánula por el culo.
-¿Y como a que hora fue eso?
-No se... hace como 3 horas.
-¿Y no cree que ya es hora de que se la saque?
Y colgaron.
* FIN*