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29 ago 2007

Fantasma

Me despierto demasiado temprano ese día, creo que fue excesivamente temprano, las 3:00 a.m. no es buena hora para levantarse a pensar. Pero sentí que no podía estar más dormida, ni siquiera recuerdo haberme dormido en realidad. Me quedo en la cama que esta madrugada está demasiado fría y mis cobijas no pueden calmar el viento helado que me sube por la espalda. No recuerdo haber sentido eso jamás, es extraño. El despertador suena como siempre a las 7 de la mañana y mi mamá baja a la cocina como todos los días para preparnos el desayuno. Bajo minutos después y me sorprendo al verla tan triste y tan callada, pero me sorprende más el hecho de ver que sólo prepara dos platos de comida, cuando somos 3 sus hijos, me sorprende que ni siquiera me ha dado los Buenos Días al verme allí de pie a su lado, pero supongo que aún esta enojada por nuestra discusión de ayer. Recuerdo que salí a toda prisa de mi casa y que alguien gritó mi nombre antes de olvidar lo que pasó.

Son las 10:00 a.m, mi mamá aún actúa como si yo no estuviera, mis hermanos me ignoran por igual, y cuando intento hablarles, es prácticamente como si mi voz no fuera demasiado fuerte o ellos estuvieran convencidos de que nadie les habla. Se ven tan tristes, tan vacíos, tan... solos... intento agarrar la mano de mi madre, no siente nada, es como si yo no estuviera allí. Entonces recuerdo que ayer un auto me atropelló, así, sin más y no tuve más recuerdos hasta hoy, aquí... morí... y temo que ahora sólo vivo en sus recuerdos y yo vagaré en este mundo hasta que pueda disculparme con ella, por tratarla tan mal, y viviré aquí, atada a esta casa, como un eterno fantasma...

14 ago 2007

Alejandro y Sofía

¿A quién se le ocurre salir con un perfecto extraño que te cae mal y que te provoca sentimientos de odio y resentimiento cada vez que lo ves? A mí!!! Mi nombre es Sofía y si, me enamoré de un perfecto extraño que para variar, también es un perfecto idiota. Lo conocí en la fiesta de cumpleaños de mi amiga Luna; para ella, el tipo se ha convertido en uno de sus mejores amigos, para mí, el tipejo es mi peor pesadilla y para serles sincera, sólo he sido "amable" con él por el amor que le tengo a Lunita.

Yo no sé en que momento se apareció este hombre en mi vida para hacerla de cuadritos, o de rayas, o de rombos azules con amarillos encerrados en cuadros multicolores. Lo odio, simplemente por el hecho de que existe y que últimamente su mayor afición es burlarse de mi y llevarme la contraria en todo lo que digo. Todo iba extremadamente bien mientras los dos nos enfrascábamos en nuestras insulsas peleas cada vez que nos topábamos en cualquier parte, porque sí, ahora también me encuentro al patético de Alejandro hasta en la sopa y no importa que ésta sea instantánea, él de alguna u otra manera logrará aparecérseme para alborotarme el día y amargarme el almuerzo. El problema de ésto y la razón por la cuál lo odio más, es simplemente por que el muy pelmazo además de todo es tan... perfecto... si no fuera por sus ojos azules como el cielo, por sus labios carnosos y sensuales, por sus brazos perfectos para encerrarme en ellos y por su inteligente forma de insultarme y llamarme tonta, en serio lo odiaría. Pero desconozco el día en que dejé de detestarlo y hacerlo a un lado, para admirarlo y descubrir sus cualidades; muy mala idea, si me preguntan, pero el destino sabe lo que hace y yo mientras tanto seguiré oponiéndome hasta que ya no pueda interponerme más en sus designios.

Lo más absurdo de esta historia no es el hecho de que de la noche a la mañana, una mujer tan hermosa e inteligente como yo, haya puesto los ojos en un hombre creido, manipulador, inteligente y apuesto como él. Lo más insólito es haberle aceptado una invitación a salir y haber quedado rendida a sus pies. No tengo perdón de Dios, lo que tengo es ganas de estrangularlo, de cortarlo en pedazos y tirar sus restos a los cocodrilos, lo que tengo es... es... lo que tengo es que estoy enamorada de ese grandísimo pendejo.

No sé como no se me pegó la sarna cuando lo abracé, no sé cómo no se me pegó la lepra cuando agarré su mano mientras caminábamos bajo la luz de la luna, no sé como no se me derritió la boca al besarlo. Porque esa boca... tibia, entrabierta y rosada, esa boca me dejó loca, y sus besos... largos, apasionados, juguetones y eternos, esos besos saben a gloria.

Mi nombre es Sofía, tengo 18 años y esta es la historia de como me enamoré de él, de sus ojos como estrellas, de su sonrisa perfecta, de sus labios húmedos, de sus brazos fuertes y enormes. Esta es la historia de como me enamoré de Alejandro, un perfecto idiota que acabo de conocer.

18 jul 2007

Regresa

Esta tarde decidimos ir a ese lugar bonito, donde venden el café que me gusta y que siempre me tomo con una sonrisa. Hablamos de nosotros, y de ellos y mencionamos a esos otros, sabes que no me gusta mucho hablar de aquello que me atormenta, pero tú consideras que es necesario, dices que así puedo liberar mis miedos y que mi temor al rechazo y al fracaso desaparecerán paulatinamente. Yo te miro fijamente y te creo, de alguna extraña manera ahora es tan fácil creerte, ahora es tan fácil ser feliz y de verdad. Tomas mi mano cuidadosamente entre las tuyas, como una suave flor delicada al tacto, y me quedo inerte viendo como la conduces despacio hasta tu boca, la besas y miles de sensaciones se desprenden de tus labios y recorren mi mano hasta esparcirse por todo el cuerpo como un torrente de deseos y ganas, pero sobre todo, como una dosis necesaria de amor.

De repente te alejas y tu imagen se desdibuja ante mis ojos azabaches. Extiendo mis brazos mientras todo se vuelve oscuridad y te llamo por tu nombre varias veces, de manera angustiosa, y a tientas por el lugar me muevo torpemente intentando alcanzarte. Me llamas tu también y la agonía mezclada con un dolor intenso que empieza a apoderarse de mi voluntad y mi fe, hacen que te sienta mas y mas lejos. Te pierdo y no es un sueño. Tu amor es más grande y de entre las tinieblas descubro tu mano que me llama, tu mano que me da vida, tu mano que necesito, y la tomo con fuerza y escucho un susurro muy débil junto a mi oído: -Despierta princesa, despierta ya, dame una señal de que hoy si lo harás-

6 jul 2007

Máscaras

Aquella tarde, decidimos reunirnos todas en un pequeño café de la ciudad. Hacia más de 5 años que nos habíamos graduado del colegio salesiano y mi contacto con la mayoría de ellas era casi nulo. De las 10 chicas que quedamos en encontrarnos, solo podía dar fe de la vida de Sofía, que se quedó a mi lado después de abandonar el colegio, aunque a decir verdad, nunca fuimos tan buenas amigas. Del resto solo oía los chismes y las habladurías que te cuenta la amiga que misteriosamente se entera de todo, del resto a ciencia cierta, no sabía absolutamente nada.

Y eso no era para alarmarse, estas muchachas jamás fueron de mi círculo personal en mis años de colegio, para lo único que me buscaban era para que les prestara mis cuadernos, porque si algo recuerdo con certeza, era que yo era la ñoña del curso, y ellas, ellas eran de esas que preferían perder una materia a perderse la fiesta del día.

A mi me gustaba, y me gusta, pasar desapercibida en grupos como esos, donde la vanidad es el plato fuerte del día, la envidia es el postre y el interés, el interés nunca puede faltar en la mesa. Tampoco sé por qué accedí a la invitación para semejante convocatoria. Creo que todo fue culpa de Sofía, quien al parecer cree controlar mi vida desde el día en el que se me ocurrió demostrarle que la estimaba un poco. Tanta fue su insistencia de que no podía faltar al magno evento, que terminó por convencerme, y ni siquiera el cumpleaños de Alejandro, mi traga de turno, sirvió como una excusa válida para ella que me librara de aquel tormento.

Así que sin más excusas que inventar y con esas ganas enormes de volverlas a ver, me dispuse aquella tarde a ponerme el disfraz del día. Hoy tenía que ponerme ese que también utilizo en ciertas reuniones familiares, ese que me hace parecer una mujer completamente independiente, feliz, trabajadora y sin problemas. Ese que le encanta a mi Tía Amelia por el simple hecho de querer olvidar las frustraciones de su vida utilizando la mía. Estuve lista en cuestión de minutos y al poco tiempo estaba sentada en una silla de mimbre incómoda, esperando a que Sofía le diera la gana de hacer su triunfal aparición, colocarse uno de sus múltiples disfraces y luego, si, llegar al dichoso café.

La espera fue eterna, lo admito, y estaba preparada para ello. Al llegar, dos de ellas, que habían estudiado la misma carrera, en la misma Universidad y según entendí, también compartieron el mismo novio, tenían caras de aburridas porque las hicimos esperar más de una hora. Me saludaron amablemente pero con aquel tono de voz con el que uno saluda a alguien que definitivamente no merece toda tu atención. Y me senté, en el lado opuesto de la mesa, esperando que los payasos, las contorsionistas, los magos y los trapecistas no tardaran en llegar. Poco a poco fueron llegando, cada una con un disfraz más elaborado que la otra, y de pronto todo el carnaval de máscaras, prejuicios, críticas destructivas, chismes, odios y mentiras acababa de empezar.

Para mi todo fue como estar en una de esas ferias, en donde tienes muchas atracciones y puedes pasarte toda una tarde entre espejos que te deforman, manzanas de caramelo que se ven mejor de lo que saben, ruedas de la fortuna que te marean, túneles del amor que te dan asco y mansiones del terror que te dan risa. Cada una quería sobresalir más que la otra, cada una se sentía con más derecho que la otra para mirarte por debajo del hombro, cada una escondía más secretos y frustraciones que querían olvidar debajo de su máscara. Y allí estaba yo, hablando sola y tomándome el café pensando en que hubiera preferido quedarme con Alejo, en su fiesta de cumpleaños, besándonos, porque con él no hay disfraz que me siente bien, con él simplemente soy yo misma, con mis virtudes y mis defectos, con mis ataques de ternura y dependencia, con mi existencialismo y mi ñoñez a flor de piel.

Así que me limité a sonreír forzadamente, a darle vida al traje que decidí ponerme para ellas, a escuchar sus historias rebuscadas y maravillosas, sus cuentos de hadas y de vidas perfectas, sus chismes flojos y sus miradas coquetas, hasta que fueron las 8:00 P.M. Me despedí y arrastré a Sofía conmigo, era mi momento de controlar su vida, y el momento de recuperar la mía. Besitos de Judas en las mejillas, un abrazo sincero que siempre espero de ella, sonrisas hipócritas de las demás. Un taxi pequeño y ruidoso que me llevó de vuelta a los brazos de él, un abrazo de él que me regresó a mi vida real, una vida real llena de secretos, de máscaras y de carnavales.

4 jul 2007

Historias de Motel

A petición del público y para quienes no lo han leido en mi chuzo: Historias de Motel. Cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia :) Acepto criticas constructivas, Domo Arigato ^^



Desde hace tiempo era costumbre verlos en aquel motel. No se sabe a ciencia cierta porque les gustaba tanto ese lugar en particular habiendo otros muchos alrededor con anuncios de neon azules y rojos mas llamativos y brillantes que el que tenía ese. Quizás el ya había estado varias veces allí y a ella no parecía importarle mucho. Llegaban en su carro, él pedía una habitación y ella se deleitaba obervando sus facciones duras, sus labios carnosos y su nariz perfecta.


Les gustaba pasar la mayor parte de la noche acostados, abrazados, mirándose a los ojos sin que nada más pudiera distraerlos; ella le sonreía y él le sonreía de vuelta y en toda la noche no necesitaban nada más. Ella lo acariciaba y él se estremecía mientras le juraba por lo más sagrado que estaba perdidamente enamorado, que su boca era una cosa deliciosa, que sus curvas lo cautivaban y que su corazón latía por y para ella, para nadie más.


Pasada una hora y media, a veces dos, el pedía la cuenta y ambos se vestían entre jugueteos y besos apasionados, entre caricias y te amos susurrados. Regresaban a su auto, el conducía sin poder ocultar la felicidad de tenerle unas horas a su lado, y ella, callaba todo el camino, mientras pensaba que ese hombre era lo mejor que pudo haberle pasado en la vida y apostaría cualquier cosa, a que después de él, no habría nadie igual o por lo menos, nadie que valiera tanto la pena o pudiera siquiera acercarse a lo que él representaba para ella.


Algunas veces, después de ir a buscarla en aquel semáforo donde ella siempre lo esperaba, llegaban al motel y se quedaban horas viendo el reflejo de sus cuerpos en el espejo. Hacían una hermosa pareja y lo sabían. Para ella, verse junto a el, era casi un retrato perfecto de la felicidad, de su felicidad; para él, era estar viviendo un sueño del que no quería despertar.


Esa noche, la noche que ella jamás podrá olvidar, estuvo a las 9:00 P.M. en punto, vestida de negro sólo para él, de pie al lado de aquel semáforo esperandolo llegar para ser feliz otra vez. El apareció puntual y esbozó una ligera sonrisa al sentir el aroma del perfume que tanto le gustaba y le alborotaba las ganas. Ella sonrió con picardía, lo hacía a propósito porque le encantaba seducirlo. Llegaron a su destino, y a diferencia de las demás noches, esa vez hicieron el amor como dos salvajes, sus gemidos eran tan intensos que temían pudieran escucharse en todo el lugar. Ella le enterraba las uñas al compás de sus movimientos, él no podía parar de admirar su cuerpo desnudo siendo penetrado con fuerza. Esa noche, probaron todas las posiciones que ambos imaginaron, y cada una era mejor que la anterior, o quizás todo era consecuencia de los sentimientos involucrados, quizás todo era consecuencia de su amor.


Llegó la hora de irse, él pidió la cuenta; ella se vistió rapidamente y lo abrazó por la espalda mientras él dejaba escapar una pequeña e imperceptible lágrima que removió con sus dedos antes de que ella pudiera darse cuenta. Subieron al auto. Esa noche él no sonreía como las otras noches, esa noche, ella sabía que el no iba a regresar. La dejó en el mismo semáforo y ella se despidió como siempre con un tierno beso en la mejilla, bajó del auto y observó como él se perdía en medio de la oscuridad.


Ella todavía lo espera cada noche de pie junto al semáforo, con la ropa que a él más le gustaba, oliendo a su perfume favorito, con la firme esperanza de que una de esas noches, su auto se detendrá justo en frente de ella, le pedirá disculpas por haberle fallado las noches anteriores y le dará un beso de esos que sólo el podía darle, un beso de esos que la llevaban a otros mundos, a otros lugares, un beso de esos que la llevaban directo a su corazón.

21 jun 2007

Intercambio

Se sentó como todas las mañanas frente al espejo grande de su cuarto. Ese día algo había diferente en el ambiente, lo presentía y ella creía fielmente en sus percepciones. Acomodó la banquita de madera recubierta con terciopelo rojo y comenzó a cepillar su largo cabello negro; hacía tres años no lo cortaba. Mucha gente criticaba el hecho de que se lo dejara tan largo, era de mal gusto y le daba un aspecto desaliñado en algunas ocasiones. A ella le encantaba mantenerlo suelto, era tan liso que le llegaba hasta las nalgas y por las noches, cuando se acostaba en su cama, se envolvía en el para no sentir frío.


Le gustaba sentarse una hora todos los días frente aquel espejo y cepillarlo, una y otra y otra vez, hasta que llegara al punto en donde ella creía que lucía perfecto. Mientras lo cepillaba, mantenía la mirada firme en el espejo, esperando que algo sucediera, esperando que el cielo le consediera su mas ferviente deseo.

Así, esa mañana, en una de sus eternas sesiones frente a aquel objeto que conocía sus más profundos pesares, notó algo diferente, algo que la pertubó por un momento pero que le dió la paz que tanto anhelaba. Su reflejo en el espejo le sonrió. Quedó atónita por unos segundos, pero no tardó en devolverle el saludo con la misma sonrisa. Se levantó y dejo a un lado su cepillo sin haber terminado de arreglarse el cabello negro azabache y se acercó lentamente hacia el reflejo que la miraba mientras la imagen en el espejo se alejaba a su paso.
Ella extendió su mano pálida y rozó con la yema de sus dedos la supeficie del espejo. La chica del reflejo se dió vuelta algo asustada y se llevó las manos a la cabeza, era obvio que aquella niña tampoco sabía lo que sucedía y en un abrir y cerrar de ojos todo cambió.

La chica en el espejo soltó una carcajada y su miedo se desvaneció. Cuando vio que ella estaba lo suficientemente cerca, sacó sus manos a través del espejo como si lo único que separara una habitación de la otra fuera un simple marco de madera, y la empujó hacia el interior del mismo. Era imposible que fuera su reflejo, tenía mucho más fuerza que ella y su mirada estaba llena de odio y resentemiento.

El cambio sucedio en cuestión de segundos: Ella había quedado en el interior del espejo, atrapada; jamás comprendío por qué no podía salir como su reflejo lo había hecho. La chica del reflejo, en cuanto comprendió que se quedaría para siempre en el mundo mortal, tomó unas tijeras que estaban escondidas en un cajón y sin pensarlo, comenzó a cortar su cabellera a la altura de sus hombros. Cuando terminó, se dió vuelta y sonrió. Corto le sentaba mejor.

Esa mañana ella sabía que algo pasaría. Lo que nunca imaginó fue que quedaría atrapada para siempre en aquel viejo espejo, convertida en el reflejo de alguien que siempre quiso ser.

13 jun 2007

Hasta el final...

La noche iluminada por las cientos de estrellas que los veían
caminar por las calles de la ciudad, parecía mas bella, mas larga;
parecía mas una de esas pinturas donde todo es perfecto y el
momento se conserva para siempre en el país de los colores que
jamás perecerán.

Su idea de una noche romántica, eran velas, comida italiana en un
restaurante elegante y un paseo agarrados de las manos mientras conversaban acerca de sus planes para el futuro y discutian si la mascota de la casa debería ser un perro de raza French Poddle o un Husky Siberiano.

Se amaban, y se notaba. Ella lo miraba con ternura repasando cada una de las facciones de su rostro redondo y pálido; el la miraba de pies a cabeza recordando los momentos en los que la había hecho suya y suspiraba. Era la mujer perfecta en el momento perfecto.

Después de un largo paseo decidieron descansar un rato en una de esas banquitas de madera oxidadas, situada junto a un farolito que iluminaba el lugar con luz tenue. La ciudad estaba desierta, les encantaba así, era más fácil escuchar su respiración y con un poco de esfuerzo, podían hasta escuchar los pensamientos del otro.

Tomaron asiento y se se quedaron callados, silentes, absortos cada uno en su mundo de ideas y pensamientos. Sólo se miraban directamente a los ojos, hablando sin hablar. Se abrazaron, fundiéndose entre sentimientos que no podían explicar, haciéndose un solo cuerpo, una sola mente, un solo amor.

El aprovechó el momento y deslizó su mano sutílmente dentro del bolsillo de su larga chaqueta de cuero negro. Se apartó un poco y la besó en los labios; esos labios carnosos y bien delineados, esos labios que se habían convertido en su perdición. De repente ella emitió un ligero gemido y lo único que los separaba era un delgado hilo de saliva que se mantenía firme entre sus bocas.

Ella lo miró de nuevo e intentó articular palabras que se perdían en el silencio de aquella noche. Sin embargo, él sabía que la palabra que ella inutilmente queria decir era Gracias. Se acerco a
su oido y le susurró algo que quedará entre ellos dos para siempre, mientras ella se sumergía en el mundo de los muertos para no regresar jamás.

Se apartó de inmediato y retiró la navaja que había enterrado en su espalda. Unas gotas de sangre se escurrieron por sus dedos huesudos. Cerró los ojos y sin más preámbulos clavó la navaja esta vez en su propio corazón, le dió vuelta para asegurarse de que moriría desangrado
rápidamente y cayó de un golpe justo a los pies de su amada.

Era la mujer perfecta en el momento perfecto. Las estrellas iluminaban la noche oscura ayudando al farolito que se encontraba junto a la banca. A ella le gustaba repasar el contorno de sus labios con su dedo índice; a él le gustaba escucharla gemir mientras hacían el amor. Todo parecía tan perfecto, como en una de esas pinturas donde el amor se conserva para siempre en el país de los colores que nunca morirán.