28 jun 2007

Embarazada de ti

Natalia, sentada en la cama dándome la espalda, me observaba fijamente y de frente con ayuda del espejo y de una refracción perfecta para ver mis ojos y esperar el momento en que yo los abriese para darme la noticia.

-¡Estoy embarazada!- gritó sin ahorrarse un poco de felicidad y dicha, toda ella iba exhalada en ese grito. -¡Estoy embarazada y de ti!­- añadió con mayor fuerza.

A decir verdad, no me extrañaba la noticia pues Natalia conocía muy bien sus días fértiles y era ahí cuando se escapaba para llegar al departamento y en él no hacíamos mayor cosa que esa labor incesante, un vaivén vertiginoso de nuestros cuerpos y un derroche de proteína de mi parte, por lo que Natalia me aconsejaba que acompañase mis comidas con un puñado de cacahuates, pues para cumplir con esos deberes se necesitaba mucho cacahuate.

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Natalia vivió su embarazo como la mujer feliz que era. Sus largas piernas, su vientre crecido y sus senos cargados la hacía verse más bella y con mayor gracia. Siempre fue hermosa: lo era cuando joven en la facultad y ahora sería aun más hermosa como señora y como madre... qué desgracia no haber podido disfrutar estar a su lado tanto como yo hubiera deseado.

Los meses que tuvieron que pasar, pasaron. La noche llegó y con ella las dolorosas contracciones. Nada estaba prevenido pues se esperaba que pasaran dos meses más para el nacimiento.

La maravillosa dilatación de la entrada a su vientre permitió que aquella criatura saliera de la panza de su madre sin mayor obstáculo... y eso hacía aun más especial a aquella niña que yo llamaría Sofía.

****°****

En el hospital, a la mañana siguiente del nacimiento, me paré frente a la gran ventana del cunero, aquel escaparate de bebés que parecieran estar en venta, y me percate que aquella niña era hermosa y auguré que sería muy inteligente y muy exitosa. Una niña que sería orgullo de aquellos a los que llamaría padres.

El sueño de Natalia y mío se había cumplido: la niña ya tiene mis ojos y con ellos vería al mundo como yo lo veo. Y ahora, esa inteligencia se sumaría con la belleza de su madre.

Una vez estando a solás con Natalia, le dije -No te pido nada, sólo te pido que lleve el nombre de Sofía, espero que te agrade tanto como a mi.

La mirada interrogativa de Natalia me pidió que continuara y que abordara el tema que a ambos convenía, así que concluí diciendo -No te preocupes, me conformo con que me llame tío ya que padre le tendrá que llamar al que hoy es tu marido.

27 jun 2007

Perdiendo la cabeza

Esto no puede ser no mas que una historia Quisiera fuera una declaracion de amor .



hoy dormi con tres hermanas, tres hermanas muy diferentes, pero a la vez aterradoramente iguales, mi relato es un poco aburrido y complicado, no espero que lo entiendan , ni que les guste. Bueno las tres hermanas, eran mi mayor amor, todas juntas lo eran, la hermosura de las tres era mi perdicion, sus sonrisas que al abrir esa preciosa boca se veia a distancia por el reflejo de sus colmillos, sus manos, manos que como la del rey midas que todo lo convertia en oro, sus uñas ,esas uñas con un olor a metal nativo a cobre, esa espalda , que no se puede olvidar, poseia algo que solo los angeles podian tenerlo, y ante todo ese cabello, cabellera frondosa , cabellera despistada, cabellera que no se sabia donde empezaba y donde terminaba, la primera de ellas, quien lo diria era tan fuerte como una roca o un pilar, comence con la que debia, un pilar para mi amor, fue la primera en ser poseida por mi, en el transcurso de nuestro amor, le vi todas sus facetas, la maldad , la bondad, vi que era el principio y el fin, alfa y omega, y en un momento no muy lejano la guardiana de las puertas de mi morada, su nombre era Esteno, la segunda en deleitarme con sus manjares era una mujer de una virtud universal, era la mayor de todas la de mas sabiduria, una mujer de sentimientos maternos, su liquido precioso aquel que al morderla del lado derecho me hacia sentir con vida, era un liquido con sabor a locura, a pasion, a amor, en esos momentos fue lo que yo pense, hasta probar sus senos hermosos, senos de los cuales una leche, leche divina que solo podria ser nada mas que la culpable de tantos manantiales , rios, y cascadas, todos estos creadores de vida, ella era Euriale, y por ultimo pero no la menos importante, la mas sabia de todas, la mas inteligente, la mas ñoña por decirlo asi, pero a su vez la mas debil , fue la que me conquisto, aquella que sus pensamientos me penetraban , como lo hace un pica hielo en una patilla, como cuando se corta un pan caliente, aquela que me hizo dar cuenta, que con una mirada de ella era suficiente para petrificarme, esa mujer me enamoro, me enseño el amor, el odio, la pasion, sobre todo, me enseño que era capaz de perder la cabeza por ella, en el momento de terminar nuestro juego de cuerpos, decidi que no su reflejo en un espejo no iba estar, que era yo el que debia mirarme en el y encontrar todo lo que habia perdido, por ella perdi la cabeza , el alma y el corazon, por ella mi reflejo me fui al limbo, ella que a pesar de ser mortal, permanecera en mi inmortalidad, ella cuyo nombre no quierea olvidar ni que olviden , ella la unica y fenomenal Magaly ....perdon medussa, por ella yo y solo yo PERSEO un heroe de tantas guerras de tantas batallas, me sacrifico y me voy pal carajo, por ella y por todas tres que en realidad, eran una sola para mi.

como dije que esta no sea solo una historia sino una declaracion de amor, por ella y por todas cuyo reflejo nos deja ciegos, invalidos y con la capacidad de sacrificarnos.

26 jun 2007

Atardecer

Noche. Pasos en la noche. Pasos en la noche, en medio de la lluvia. Y es una lluvia menuda, irritante, una lluvia hecha para caer sólo sobre la ciudad, para empapar asfalto. Es lluvia ácida, porque corroe la noche, incluso las luces y su reflejo sobre el pavimento cubierto por la fina y brillante película de agua. Hay quienes dicen que la lluvia es bella. Nunca la han visto cayendo sobre la nieve sucia, corrupta, que al final del invierno se alcanza a acumular entre la cuneta y el andén. No han tenido que caminar tratando de impedir que los alcance la medianoche al tiempo que el destino - el propio y en los propios pasos el de otros - se abalanza para cerrarse sobre uno como un cepo del que se sabe, está envenenado y el veneno es de ira. Una pincelada, una gota de pintura, una gota de sangre. Ira. Ira en el color negro y en la forma como la gota se destroza al caer sobre la superficie blanca y fría como la mirada de los verdugos que cada día miran, armas en mano, armas blancas, ligeras, delgadas, cubiertas de signos, páginas cubiertas de elogios que son un código secreto. Un mensaje. Una orden que empuja a pintar, pintar, pintar. La noche avanza y se acerca a su clímax y la pintura traza caminos, senderos de ira sobre la pintura. “Genio”, claman las letras impresas sobre papel barnizado. “Más”, se lee entre líneas. Más. Las líneas no son suficientes: la ira deja caminos de manchas que confluyen en la muerte. El camino que van trazando las pisadas sobre el asfalto mojado termina en el bar, ante la barra, en un mensaje sin remitente. Esta noche será distinto. Aún no hay nombre, rostro, o dirección para poner al crimen. El mensaje me urge a regresar a mi sitio y esperar. El camino continúa entonces, devorándose a sí mismo hasta el punto de partida. Fuego dorado desciende por mi garganta y me obliga a tomar las herramientas de mi oficio y usarlas para buscar un escape. Abro una lata de pintura roja y trato, con ira, de reproducir la mancha que la sangre surgida de la herida causada por la bala dibujará sobre la camisa blanca oculta tras el smoking. La pintura gotea sobre la superficie. Son muchas heridas. Sonrío. Nunca suelo hacer más de un disparo. Con el arma. El revólver calibre 38, corto, cromado, puesto con reverencia sobre la pila de revistas. La sonrisa desaparece. Mi rostro me devuelve, desde la portada, señalada por el cañón del Colt, una sonrisa que ya no es. Mi mano dispersa algunas heridas y las vuelve atardecer. El teléfono. Ya hay un rostro, que un mensajero traerá en breve. El mensajero golpea. No tiene rostro. El único rostro que importa es el que está dentro del sobre que abro manchándolo con la sangre de las heridas que serán. La fotografía surge. Es un espejo.

25 jun 2007

ELLA Y ÈL.



Ella llegó como endemoniada, su exmarido nuevamente era su amante y la acompañaba, invadió el recinto, sus gritos, su olor . Con su halito de whisky de segunda mano, su frente brillante y sus ojos vidriosos simplemente llegó, el recinto olía a ella ese pequeño castillo medieval con aire a mausoleo roto, ese pequeño espacio en el que se convirtió hasta que no soporté mas y salí sin que se diera cuenta, sintiendome atrapado en un espejo. pensaba mientras llegaba a la esquina ¿que vida es esta?. Tan solo ayer me había dejado, a su amante ,sin piedad sin miramientos como abandonan los que han dejado de amar para siempre con cinismo así me dejó, no bastaron llamadas telefónicas ni amenazas de suicidio, debería existir la eutanasia para los que quedan despechados y se quieren matar, siquiera la conciencia le remuerde al que ha abandonado.

Finalmente el egoísta no es el que deja si no el que quiere retener a toda costa el objeto de su obsesión. Ella misma empacó la maleta de su amante, antes lavó sus camisas planchó los pantalones previéndole un largo viaje.cuando le soltó la bomba lo sentó en la esquina de la cama lo miro con el torso desnudo estando aùn mas desnudo ÈL, la amaba le clavó el puñal en medio de los ojos ,nunca supo donde quedó exactamente su corazón después de aquello. Era las cuatro de la mañana ni los vecinos ni nadie se puede imaginar que la locura del desamor toca la puerta a esa hora.

le dijo – tienes una semana para irte de aquí- .ÈL que había dejado todo atrás por ella,ÈL que había venido desde el desierto palestino en los testiculos de su padre. ella y su cumbia loca, olor de hembra, èl que renunció a su vida de niño lindo por la esposa de otro, èl que la sacó de su noche de bodas se la llevó lejos del padre de su hija. èl al que luego le dijo- nunca debí haberte conocido-.
Ahora solo pensaba en ¿como sería vivir sin ella?. ¿Como sería llegar sin esperarla? ¿Como sabrá el whisky sin sus labios?. Nunca pensó que el sábado siguiente terminaría durmiendo en casa de un amigo en los tugurios de una ciudad cada vez más peligrosa y que èl de cuna noble de provincia llegaría lo más bajo que puede un hombre.

Siguieron el martes, el miércoles y la esperanza de tocarla por la noche, pero todo lo que encontrò fué su espalda tapada de pies a cabeza, blindada rechazando su abrazo. perdìo el amor existìo mientras pudo.

ella soñaba con que èl fuera su amor ,no lo era, no podía arreglar el grifo de la ducha, no podía arreglar la manguera de la lavadora, Entonces ocho meses de sometimiento al que dirán, ocho meses donde su familia aceptò de dientes para fuera, ocho meses de pensar que su matrimonio había sido un fracaso, se convierten en una mañana de lucidez frente al espejo diminuto del baño, un retornar al camino del bien , a su papel de madre , esposa, buena hija y al final todos contentos. o por lo menos no tendrìa que bajar su cabeza en la calle. no querìa a un hombre de empujar, la carga era pesada y el dinero escaso, lo tirò por la borda con todo y defectos, prefiriò olvidar su sexo sudando y jadeante para que las ojeras frente al espejito diminuto del baño desaparecieran.

Adictivamente Sobrio

Cuidado hay viene ,grita cerbero, cierren las puertas!!!!!

Su historia:


Se miro en ellos, le gusto como se veia, vio un dolor inmenso
si!!! hasta su muerte alcanzo ver
se observo y vio un llanto que no era por el
definitivamente, los ojos el mejor espejo del alma
y en el alma de ella su mejor reflejo.


Murio por amor y por esta sencilla razon, no tiene acceso al infierno.

24 jun 2007

Dónde más te espero??

Cuando entré al consultorio no estaba sólo el médico, lo acompañaban dos residentes de ginecología, tres internos y dos estudiantes que rotaban por esa especialidad. Sentí mucho temor, me imaginé a todas esas personas aprendiendo conmigo, saqué los exámenes torpemente, sólo bastó una simple mirada, varias preguntas y emitió el diagnóstico. Quería llorar mientras escuchaba sus palabras, pero me contuve y sonreí nerviosa. -Pasa al otro lado, necesitamos realizarte un examen físico. Ya sabía de que se trataba, pero no quería que todas esas personas me vieran y menos que me tocaran. Uno de los residentes entendió lo que pensaba y me dijo tocando mi hombro, tranquila, sólo yo te revisaré.

Así fue, salí un poco intranquila con el diagnóstico, casi deprimida. Necesitaba algún desconocido a quien contarle mi pena y recordé que en un salón de belleza siempre algún desconocido te escucha. Mientras lavaban mi cabello lloré, mientras me peinaban lloré y cuando me estaban arreglando las manitos no aguanté más y reventé en llanto como pocas veces en mi vida. No es justo, le decía a mi amiga de turno de la cual no recuerdo ni su rostro. –Arruinarás tu peinado, sólo alcanzó a decirme mientras retiraba el cabello de mi rostro empapado por las lágrimas.

Salí hasta Bek, un café de la calle 19 muy cerca de la Estación de Las Aguas. Pedí un café irlandés, un grupo empezó a tocar y me fastidió tanto que tomé rápido mi café y salí. Al salir estaba el, venía de la carrera cuarta, lo abracé fuerte cuando lo vi, el parecía contento de verme, su sonrisa no me reveló su intención de verme por última vez aquel día. Un café feo del Chorro de Quevedo era ahora nuestro refugio, lo escuché cantar mientras le tomaba algunas fotos, a su sonrisa, a las paredes, a todo cuanto pudiera, mi cámara sólo quería disparar, sólo ella sabía que era la última vez que lo tendría frente a mi. La guardé por fin y tomé un sorbo de mi cerveza, tomó mi vaso y lo puso junto al suyo en la mesa arruinada, acercó su rostro al mío y me dio el beso que más recuerdo. Sus labios dulces, suaves, como nunca los sentí en un hombre, era una sensación parecida a besar una mujer.

Las manos que no deseé en el consultorio que me había deprimido tanto las deseaba ahora, las suyas, grandes, fuertes, protectoras, examinándome. Desnudé mi cuerpo sin que lo pidiera, no usé la incomoda bata de paciente, fui su objeto de estudio, fue mi voluntad, mi fortaleza reducida a nada ante su presencia. Y aprendió suficiente, como para no necesitar más encuentros. Y mi cuerpo recibió demasiado, como nunca antes, no fue suficiente con sus dedos, su cuerpo entero deseaba explorarme y fui objeto, materia disponible, insumo de laboratorio. La carrera séptima, frente al Planetario, ahí vi por última vez al explorador de mi anatomía. Lo espero cada noche, pido un café irlandés, salgo a la carrera cuarta, miro a cada lado y espero su abrazo, subo hasta El Chorro, quizás me demoré y decidió adelantarse, espero que arrebate mi cerveza y me despido borracha, hasta hoy no aparece. Dónde más te espero?

22 jun 2007

Confesiones

– ¡Ahí estás otra vez! – gritó ella al levantar la vista y sus ojos volvieron a encontrarse. La veía callada e inmóvil como una muñeca de porcelana; y verdaderamente podría ser confundida con una preciosa muñeca de piel blanca y suave como la seda, cabellos tan negros como azabache e infinitos ojos azules tan puros como las diáfanas aguas de aquellas playas paradisíacas que recordaba haber visitado de niña.

– ¿Por qué apareces nuevamente para atormentarme? ¡Te detesto, no sabes cuanto te detesto! – le repetía una y otra vez mientras no podía evitar mirar esa figura perfecta que desnuda mostraba unos rasgos delicados y unas curvas que harían sonrojar a cualquier espectador que hubiera presenciado tal escena. Mientras se observaban recordó la primera vez que se vieron cara a cara, igual que aparecían las notas en su eterno diario podía ver todos los momentos que pasaron juntas; pero esa historia feliz había llegado a su fin.

Con el tiempo su presencia se hacía cada vez más pesada y problemática, ya no soportaba verla y le hería profundamente verla tan inmutable y callada; la princesa que la acompañaba en sus recuerdos se había convertido, sin saber como ni cuando, en un fantasma que acechaba en sus sueños y se escondía tras las sombras.

– ¿Por qué simplemente no desapareces? Todo se ha vuelto difícil desde que estás: las miradas, las relaciones, amigos, amigas, parejas… ¡Todo es más complicado desde que estás aquí! – Le repetía mientras el rostro le cambiaba de color.

Y su compañera callaba.

– ¡Di algo! ¡Por lo menos ten la decencia de responder a lo que te pregunto! ¡Eres de lo peor! – Era lo único que podía decir.

Y su compañera solo callaba.

– ¡Ya me cansé de ti, no quiero verte más! ¡No sabes cuanto desearía que tú, señorita perfecta, desaparecieras de mi vida! Si no existieras, si no estuvieras yo podría ser otra persona; ¡podría ser libre! ¡Podría ser feliz! ¡Tan solo si no estuvieras aquí! – gritaba mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.

Y su compañera solo callaba y la miraba.

– ¡Ya no lo soporto más! ¡Solo quiero que desaparezcas y me dejes vivir tranquila! – lo dijo con las últimas fuerzas que le quedaban. Y haciendo un último gran esfuerzo tomó el joyero que tenía a la mano y se lo lanzó como único salvavidas a su desesperación.

Y mientras veía caer los fragmentos del espejo sobre la alfombra de la habitación sentía como su propio corazón se destrozaba y cayó rendida sobre la cama, durmiendo en un mar de lágrimas y ahogándose en su soledad.

Sobre la cama

Es un poco vergonzoso, lo se, pero aprovechando que las letras me dan algo de clandestinidad, confesaré que solía ir solo a moteles, con el fin de ver películas porno y masturbarme. Estoy consciente de que a falta de una mejor palabra es este un acto totalmente patético, pero cuando rayando los 30 no se ha tenido jamás una novia, debe dejarse a un lado la dignidad a la hora de satisfacer esos incontrolables deseos de la carne.

Y no es que sea un hombre físicamente desagradable al sexo opuesto, no. Tengo mis órganos completos, desde esos que importan, como los ojos, hasta esos que nadie sabe donde están ni para que sirven, como el páncreas. Con excepción de una pequeña cicatriz cerca a la oreja derecha, bien podría servir de modelo en un libro de anatomía. Por otro lado, por supuesto, creo que el que tenga la lista de chequeo de mis órganos totalmente chuleada es lo mejor que se puede decir de mi apariencia. En últimas, aun me queda mi buena personalidad. O eso creo. A veces pienso que soy aburrido.

Oh, los moteles. Lo siento. Tengo la mala costumbre de desviarme del tema. Pues sí, solía ir a moteles a masturbarme. Por lo general después de llegar pedía una gaseosa, me quitaba la ropa, prendía velas e incienso, y empezaba a ver a mujeres fingir rostros de inocencia mientras introducían a sus bocas penes que triplicaban en tamaño al mío (en el mejor de los casos). Detestaba las películas con trama y mujeres perfectas, y sentía cierta predilección a escenas con una mujer siendo sometida por muchos hombres, o a escenas con hombres humillados. Era de mi agrado el acostarme derechito, derechito, de forma que al venirme todo cayera sobre mi estómago, y si tenia suerte, hasta sobre mi rostro. Luego me quedaba dormido.

Y sí, todo era perfectamente monótono (si bien disfrutable), todo hasta ese día en que me levante, y vi que en el reflejo del espejo sobre la cama (porque un motel no es motel si no hay un espejo sobre la cama), acostada junto a mi, había una mujer.

Y vaya que no era esta cualquier mujer. Era esta la mujer que siempre había soñado. No era perfecta, como esas modelos que tienen de silicona lo que les han retirado de grasa abdominal. Tenía algo de celulitis, un leve atisbo de barriga, y dormía con la boca abierta, babeando la almohada. De resto, bien habría podido decirse que era tremenda y naturalmente atractiva, ostentando un magnífico par de tetas, unas manos delicadas, unas piernas gruesas, y un culo que provocaba comerse a mordiscos.

Miré a mi lado y, como era de esperarse, no la vi; por lo que atribuí la extraña visión del espejo a un vestigio de sueño que se había negado a terminar al momento en que abrí los ojos. Sin embargo, al volver a mirar hacia arriba, me di cuenta de que su reflejo no se había ido a ningún lado.

Sin quitar los ojos del espejo, acerque mi mano a su cuerpo desnudo. Para mi sorpresa, aunque hubiese constatado que a mi lado no había nadie, cuando el reflejo de mi mano tocó el reflejo de su cuerpo pude sentirla, como si efectivamente estuviera allí. Y la sentía siempre y cuando no apartase mi vista del espejo para mirar a otro lado.

Era suave y cálida al tacto. Bastaron un par de caricias para hacerla retorcer y sonreír. Había despertado, pero era obvio que disfrutaba despertar así, por el roce de mi mano.

No necesito decir que para un hombre que jamás había tocado una mujer, aquella fue toda una epifanía; menos cuando a la mujer en cuestión parece no importarle dónde y por cuanto tiempo sea tocada, y cuando por el contrario lo disfruta. Esa noche por primera vez sentí la blandura y suavidad de una teta, y como un pezón se endurece al ser acariciado. Esa noche sentí la cálida, pegajosa y deliciosa textura de una vagina, y fui participe del temblor que provoca el tocar el lugar correcto en el momento correcto. Esa noche supe lo que era dar placer a alguien más, en vez de dármelo, egoístamente, a mi mismo. Y al terminar, vi sus ojos, el reflejo de sus ojos en el espejo, mirándome frente a frente, y pareciendo al mismo tiempo darme las gracias, y pidiendo que no me apartara de ella nunca más. Bastó eso para enamorarme, perdidamente, del reflejo de una mujer en el espejo. Una de la que no sabía nada diferente a lo que me decían sus ojos, espasmos y silencios.

Visité el motel durante días, encontrando a mi amada en el espejo todas y cada una de las veces. Cada día, la misma habitación pintada de blanco, la misma cama de cabecera de caoba, el mismo piso de rombos verdes y azules, cada día, hasta el día en que al acostarme sobre la cama, descubrí con horror que el espejo había desaparecido.

"Una pareja lo rompió esta mañana", me dijo el administrador. "No pregunte que estarían haciendo, pero encontramos el potro sobre la cama, un enano encadenado sollozando, y a la chica con la cabeza ensangrentada, desnuda, recubierta de pedazos de espejo. El tipo se perdió, tal vez creyéndola muerta. La chica está en el hospital".

Pero a mi me importaba un soberano rábano la chica, y de inmediato pregunté por el paradero del espejo. Atónito, el administrador me dijo que habían echado los pedazos a una bolsa negra y los habían tirado a la basura. Mi amada, a la basura. Que falta de respeto, que atropello, que desconsideración. Raudo acudí al sitio donde apilaban las bolsas de basura y descubrí, para mi fortuna, que el camión aun no había pasado y que todo estaba allí. Luego de buscar por unos minutos, encontré la bolsa con mi amada dentro, rodeada de condones usados, papel higiénico, sábanas manchadas de sangre, colillas de cigarrillo y botellas de licor.

Mi amada, mi dulce amada, ¿cómo permitir que te quedases ahí? Hasta el mismo basurero habría ido a buscarte. Hasta el mismo infierno de ser necesario.

Ya hace un mes que estoy pegando los pedazos rotos del espejo, esperando volver a verla. Y no ha sido fácil, no, pero me motiva una fuerza sobrenatural, algo que no podría explicar, algo que no conocía y que solo puedo describir como amor. Verdadero amor. Y hoy pegué el último pedazo, el único que hacía falta. Mientras escribo estas líneas espero pacientemente la noche, con la esperanza de verla otra vez ahí, sonriendo mientras acaricio sus muslos, retorciéndose cuando introduzco mis dedos entre sus piernas, y mordiéndose los labios al llegar al orgasmo.

Esta noche sí, mi amada. Lo sé. Esta noche te veré otra vez.

***

COALICIÓN

El acerco su mirada al brillo transparente del espejo retrovisor y creyó sentir en su rostro recién afeitado el frío matinal y la velocidad a la que se transportaba. Respiró profundo intentando llenar sus pulmones con la infusión que a esa hora nos brinda el campo. Se reacomodo en su éxito y acelero. Ella acerco su mano al hombro de él, lo apretó un poco fuerte y,

-Pilas pelao, dame una caja de chicle...despierta, estas como embobao...-.

El joven la miro con rabia. Rápidamente hurgo en su chaza y despacho la cajita de chicles mientras la claridad de la mañana leía tres metros más arriba: RENTA-CAR • CONCESIONARIO.

21 jun 2007

Mi reflejo

Camila se levanto como todas las mañanas queriendo dormir 5 minutos mas…se baño como todos los días y se arreglo para ir al trabajo... Hoy se iba estrenar unos aretes nuevos, eran plateados y largos….eso la hacia feliz…Al mirarse en el espejo para ponerse sus lindos aretes miro su expresión, parecía contenta…sonreía como una niña cuando llega Navidad…pensó si así la veían las demás como una persona feliz… si tan solo supieran la verdad….

De repente su imagen de mujer joven desapareció y se vio reflejada como una anciana:

“Tenias que aparecer hoy!” – Le dijo a la imagen del espejo

“Recuerda que hoy es 21…ya sabes que puede pasar” – Contesto la anciana

“No tienes que recordarme lo cada mes…yo se que tengo que hacer” – Dijo Camila con rabia saliendo de su habitación.

-

El ancianato estaba de fiesta hoy era el cumpleaños de Juan Carlos, increíble que fuera a cumplir 95 años, con todo lo que había pasado, su esposa había desaparecido hace 75 años y nadie nunca supo como, así que había que celebrarlo.

“Feliz Cumple JuanCa!!” – Grito Camila, trayendo un gran pastel con muchas velitas azules y verdes.

“Gracias mi belleza…estas hermosa como todos los días” Le dijo él con un tono de alegría...”Hay un nuevo enfermero….esta muy guapo…preciso como para ti”

“Si?..” ella rió...”Pues no lo hagamos esperar, preséntamelo mi JuanCa”

“En la fiesta a las 8:00 te estará esperando en el patio...”

“No me lo perdería por nada del mundo” – Dijo Camila alzando su ceja derecha con cierta picardía en la mirada.

-

La noche estaba perfecta, cielo despejado, estrellas en cielo, media luna brillante, la brisa soplaba no mi fuerte pero se hacia sentir. El ancianato ni se diga con globos de colores metalizados y bastantes guirnaldas. Creo que ni en Año nuevo había estado tan decorado, ya no parecía una fría casa llena de abuelos si no una casa de eventos lista para la fiesta de graduación.

Eran ya las 10:00 p.m. y Juan Carlos no había sabia nada de Camila desde que la vio ayudando a sacar el buffet y empezó a preocuparse, sabia que a pesar de su corta edad no era tonta pero tampoco conocía muy bien a Hugo, el nuevo enfermero, así que se preocupo y fue en su búsqueda… En el patio solo estaban 3 enfermeras fumando así que decidió subir al cuarto de Camila….

“Te estaba esperando” Dijo Camila al verlo entrar

“Mi niña que haces?” – Le susurro Juan Carlos

“Estoy cansada ya….quiero acabar con esto de una vez para siempre”

“NO! LO PROMETISTE CAMILA….TIENES QUE SEGUIR!!!!” - Le grito Juan Carlos con los ojos fijos en Hugo quien estaba en el piso al pie del espejo desnudo con las manos y pies atados y ojos vendados.

Ella soltó en llanto y le dijo “No quiero….fue divertido por 75 años pero ya es suficiente, no quiero seguir quitándole la juventud a más nadie…ya quiero ser como debería estar”

Juan Carlos se acerco y le dio una fuerte bofetada…”ASÍ ME PAGAS MI SACRIFICIO…TU QUERÍAS SER JOVEN Y BELLA POR SIEMPRE…YO LE VENDÍ MI ALMA PARA QUE TE DIERAN EL PODER DE LA ETERNA JUVENTUD Y TU ME QUIERES DECIR QUE YA ESTAS CANSADA!!!”

“Termina tu trabajo mi niña…solo tienes que darle un fuerte beso a las 12:00 y todo será como antes….mañana yo haré pudín de chocolate para animarte” - Le dijo Juan Carlos como un abuelo le habla a su nieta…

Mientras Hugo sollozaba no entendía que estaba pasando, no comprendía las voces, solo se preocupaba por Camila, él creía que ella ya debía estar muerta en estos momentos…

Camila miro el reloj…ya eran las 12:00, se acerco a Hugo, le beso la frente y le susurro “Perdóname…realmente eres especial”, luego se le acerco a Juan Carlos y tomo el bastón que usaba para caminar y se acerco al espejo y voltio hacia el reloj y se dio cuenta que eran las 00:01…

-

Al día siguiente, el ancianato era una conmoción, todos buscaban a Juan Carlos, era raro que no estuviera para el desayuno…no extrañaban a Camila ya que ella siempre bajaba después de 9:00 y ni decir de Hugo, él entraba en el turno de las 2:00 p.m.

De repente se escucho un grito desgarrador desde el segundo piso, nadie entendía que pudo haber pasado en la habitación de Camila, había 2 cuerpos y el espejo totalmente roto…

Uno era Hugo, un fuerte golpe en la cabeza con un bastón lo había matado y el otro era Juan Carlos cortado por la garganta con un pedazo de espejo.

-

Había pasado semanas desde las muertes en el ancianato y habían podido lograr que no lo cerraran pero ya no había nuevos inquilinos en el lugar…hasta que volvió el día 21…

“Buenas Tardes Srta.…hay cupos disponibles” - Dijo una dulce voz de mujer.

“Claro que si Señora…como es su nombre y edad?”

“Camila…tengo 94 años…”

Detras del espejo.

Querido hermano:

Es muy difícil para mi escribir estas palabras después de todo lo que he vivido, pero solo hasta hoy puedo tener la cordura para decir algo inteligente, solo hasta hoy las intrincadas conexiones de mi cerebro han permitido que pueda, sin ser libre del terror al que me vi sujeto, contar lo que viví para que no te pase lo mismo que a mi.

Aun recuerdo que me llamaste y te alegraste por mi porque nuestro Tío al morir me había dejado aquella vieja casona en las inmediaciones de Pradomar, aquella donde paso los últimos días y donde según nos contaron enloqueció, hasta ese día cuando lo encontraron muerto en el ático, frente a un espejo cubierto con un gran manto escarlata.

La hermosa e inmensa casa se me antojo demasiado para mi solo, sin embargo, contrariando a algunos consejos amigos que me decían que mejor era venderla y comprarme un apartamento decidí vivirla un tiempo y conocer mas de aquel extraño personaje que era nuestro tío, un erudito, un hombre estudioso, pero ambicioso que fue mas allá de lo que podía llegar a comprender el mas sabio de los hombres.

Pronto empecé a amar la casa, empecé a disfrutar la soledad, me dedique a leer y durante dos semanas casi no salí de ella... me la pasaba leyendo extraños libros que me tío guardaba en su inmensa biblioteca. Algunos venían en lenguas extrañas que no conocía, pero sus ilustraciones me aterraban y atraían de manera casi obsesiva, veía seres extraños con formas que se salían de cualquier estudio de Zoología, las anotaciones de mi tío me daban a entender que eran seres de otras dimensiones, seres que alguna vez habían vivido en la tierra y que de alguna manera habían quedado atrapados en otro lado, pero para ellos el tiempo carecía de sentido y como tal nunca seria larga la espera para regresar.

Un día, mirando su biblioteca encontré un libro particular, estaba encuadernado en una piel animal oscura y sus hojas amarillentas y frágiles mostraban escritura en latín, afuera en letras que parecían manchones rojos decía: Necronomicón.

Yo que siempre había sido curioso y muy lector sabia que se refería a aquel libro de la leyenda, aquel libro que había escrito el árabe loco que tenia conocimientos sobre seres primigenios espantosos, empecé a atar cabos y me di cuenta que mi tío se había obsesionado con el tema y en su vieja mente había enloquecido.

Esa noche no dormí bien, terribles pesadillas acechaban mi mente y todos los sueños terminaban conmigo en el ático, viendo el espejo cubierto con el manto escarlata, de repente sin querer, sin intención conciente lo quitaba... me desperté mas de una vez sudando.

Al día siguiente me levanté cansado y no me apetecía comer, trate de llamarte pero creí que era estúpida mi obsesión así que salí y di una vuelta por las playas cercanas, el día era gris pero de igual manera me sentó bien el aire y la caminata, decidí almorzar sin hambre y a eso de las 6:00 PM regrese.

Tan pronto atravesé la puerta, esa angustia y aprensión me domino de nuevo, casi en shock entre a la biblioteca y tome el libro maldito, abrí cualquier pagina y leí la inscripción que había hecho mi desgraciado tío... Detrás del espejo... y había una ilustración de un inmenso espejo, unas palabras y luego... luego... no lo recuerdo bien querido hermano, no recuerdo porque mi mente lo ha borrado para protegerse... pero era algo oscuro, la ausencia misma de la luz.

Sentí que empezaba a enloquecer y que algo me llamaba sin voz desde el ático, algo mas allá de mi voluntad me arrastro arriba y me vi de pie frente al espejo, pronunciando unas palabras obscenas, malditas, que harían temblar a nuestro mismo dios de terror, me encontré tomando uno de los lados del manto y quitándolo del espejo y vi la imagen... oh dios, dame fuerzas para no enloquecer de nuevo... lo que vi allí, querido hermano, fue la oscuridad, el mal, me vi a mi mismo, pero atrás mio estaba El, un ser mas allá de nuestro conocimiento, capaz de causar los mas grandes dolores, capaz de consumirnos... de repente la negrura me abrazó, me vi lanzado sobre unas imagenes de infiernos infinitos, llenos de dolor y sufrimiento, donde la justicia es olvidada y el odio gobierna, miles de demonios reían de mi y en mi locura empecé a gritar.

No se como salí de ese lugar, solo se que me encontraron deambulando por la carretera en la mitad de la noche... hablaba en una lengua extraña y gritaba de manera descontrolada... solo al llegar a la clínica y al recibir calmantes deje de hacerlo.

Hermano, se que este terror jamas se apartara de mi y de alguna manera creo que libere algo de ese espejo, no se si este allí en la casa, si este todavía detrás del espejo, pero te pido algo, no entres a la casa, quemala, pero no entres por amor de dios...


Dedicado a Howard Philips Lovecraft.

Intercambio

Se sentó como todas las mañanas frente al espejo grande de su cuarto. Ese día algo había diferente en el ambiente, lo presentía y ella creía fielmente en sus percepciones. Acomodó la banquita de madera recubierta con terciopelo rojo y comenzó a cepillar su largo cabello negro; hacía tres años no lo cortaba. Mucha gente criticaba el hecho de que se lo dejara tan largo, era de mal gusto y le daba un aspecto desaliñado en algunas ocasiones. A ella le encantaba mantenerlo suelto, era tan liso que le llegaba hasta las nalgas y por las noches, cuando se acostaba en su cama, se envolvía en el para no sentir frío.


Le gustaba sentarse una hora todos los días frente aquel espejo y cepillarlo, una y otra y otra vez, hasta que llegara al punto en donde ella creía que lucía perfecto. Mientras lo cepillaba, mantenía la mirada firme en el espejo, esperando que algo sucediera, esperando que el cielo le consediera su mas ferviente deseo.

Así, esa mañana, en una de sus eternas sesiones frente a aquel objeto que conocía sus más profundos pesares, notó algo diferente, algo que la pertubó por un momento pero que le dió la paz que tanto anhelaba. Su reflejo en el espejo le sonrió. Quedó atónita por unos segundos, pero no tardó en devolverle el saludo con la misma sonrisa. Se levantó y dejo a un lado su cepillo sin haber terminado de arreglarse el cabello negro azabache y se acercó lentamente hacia el reflejo que la miraba mientras la imagen en el espejo se alejaba a su paso.
Ella extendió su mano pálida y rozó con la yema de sus dedos la supeficie del espejo. La chica del reflejo se dió vuelta algo asustada y se llevó las manos a la cabeza, era obvio que aquella niña tampoco sabía lo que sucedía y en un abrir y cerrar de ojos todo cambió.

La chica en el espejo soltó una carcajada y su miedo se desvaneció. Cuando vio que ella estaba lo suficientemente cerca, sacó sus manos a través del espejo como si lo único que separara una habitación de la otra fuera un simple marco de madera, y la empujó hacia el interior del mismo. Era imposible que fuera su reflejo, tenía mucho más fuerza que ella y su mirada estaba llena de odio y resentemiento.

El cambio sucedio en cuestión de segundos: Ella había quedado en el interior del espejo, atrapada; jamás comprendío por qué no podía salir como su reflejo lo había hecho. La chica del reflejo, en cuanto comprendió que se quedaría para siempre en el mundo mortal, tomó unas tijeras que estaban escondidas en un cajón y sin pensarlo, comenzó a cortar su cabellera a la altura de sus hombros. Cuando terminó, se dió vuelta y sonrió. Corto le sentaba mejor.

Esa mañana ella sabía que algo pasaría. Lo que nunca imaginó fue que quedaría atrapada para siempre en aquel viejo espejo, convertida en el reflejo de alguien que siempre quiso ser.

La nueva palabra es...




19 jun 2007

Heráclito

Se agachó, y cuidando de no mojar su túnica sumergió con ansiedad las manos ensangrentadas.

Había venido corriendo hasta la orilla. Un viejo ermitaño le aseguró que ese río tenía la facultad de renovarlo todo, cambiar constantemente, dejar el pasado atrás, definitivamente. Nada sería como es, ni volvería a ser.

La corriente se escapó entre sus dedos durante mucho tiempo. El frío del olvido subió por sus brazos y le acarició el alma con una promesa.

No sentía ya las yemas arrugadas cuando se levantó por fin, salpicando la túnica con el agua turbia, con la sangre, aún intacta entre sus manos.

17 jun 2007

Orden

Como la lista de narradores de al lado cambia cada vez que uno entra al blog, decidí (ahh nojoda, eso de ser el que creo el blog me da ese derecho) que lo mas lógico es establecer un orden para escoger la palabra o el genero de cada cuento... pero me voy por la fácil, nos vamos por orden alfabético y ya... así que el orden quedaría así:

Alejandro Serafín
Aretino
Cerebro
Clau M
Costennita
Freewill
Gerente
Jean Po
Katho
Klau
Kuroko
Lucas
Lunaroja
Maya
Migu
Mornatur
Señorita Decente
Sniper
Theraq
Túrin
Wendy

Así que el 21 escoge Alejandro la palabra por 15 días y así sucesivamente... Wendy, lo siento...

Para finalizar los dejo con un consejo de Poe para ser un buen escritor, sacado de la excelente pagina del Joven Lovecraft, denle click a la imagen para verla bien:

15 jun 2007

Anexo I

La idea de escribir cuentos en este blog ha tomado un giro tan inesperado que los moderadores – los que cranearon la idea – deben tomar decisiones para que esto no se salga de las manos.

Importante lo de T de revisar con lupa los solicitantes de membresía para que no nos saboteen el sitio.

Bueno y debe hacerse ya lo del registro de las obras. Ahora, creo que los autores deben empezar a hacer las vueltas personalmente y colocar en cada cuento que suban su código de registro. (¿Será esto buena idea?) Lo que si debemos es registrar el blog como una revista virtual de publicaciones periódicas a ver si se puede o lo de la licencia Creative Commons

En la página de Derechos de Autor de Colombia - www.derautor.gov.co – hay un link de Registro en Línea. Lo voy a usar y comparto la experiencia.

Para lo de la publicación de la Revista trimestral podría hacerse un presupuesto. Y basados en este ver como la costeamos. Intentar publicación sin ánimo de lucro a ver si podemos rebajar costos. Y todavía nos quedan las vueltas con las editoriales a ver cuanto seria la inversión.

Sigamos así, sin dejarla caer y que la segunda convocatoria sea tan buena como esta.

Historia Conjunta

La otra modalidad que habia pensado para escribir historias en este blog es la siguiente:

Una historia conjunta en la que nos ponemos de acuerdo en la ambientación, el genero y la tematica, creamos cada uno un personaje para esa historia y luego nos rifamos el orden de escritura, el primero escribe el primer capitulo, el segundo continua la historia, el tercero escribe el tercer capitulo y asi sucesivamente.

Yo propondria una historia de fantasia epica y una de terror, pero quiero saber primero quien se apunta y que les parece la idea.

14 jun 2007

Vino Tinto

1.
Pasos semiconscientes me llevaron al bar artístico de moda. No soy habitual, pero algunos de los parroquianos me conocen, aunque la mayoría prefiere negarlo. Luego de intercambiar algunas sonrisas y medios saludos con los presentes - en un par de ocasiones con bastante hipocresía - logré llegar hasta la barra.

Al sentarme una cerveza apareció ante mí. Hice una seña de aprobación al encargado y volví mi atención hacia dos lindas jóvenes en una mesa del fondo. La porción estratégica de mi mente empezó a hacer cálculos, ponderar diferencias - ambas eran preciosas - y establecer tácticas. Un plan de acción incluyendo un poco de francés bien chapurreado y una rosa se desbarató cuando un par de movimientos en la mesa me dijeron que ninguna de sus ocupantes necesitaba del género masculino.

“¿Decepcionado?”

La voz tenía una extraña cualidad musical. El espejo tras el encargado me mostraba la barra vacía a excepción de un hombre joven con expresión desconcertada. Entonces volví la mirada hacia la puerta del bar. Más que caminar, ella se desplazaba flotando hacia la barra. Según su mirada, la dulce voz le pertenecía. Pero estaba aún lejos y Queen sonaba demasiado alto como para que su me hubiera hablado con claridad. Miré primero la cerveza y luego a ella.

“No, no soy delirium tremens.”

Los ojos verdes y la sonrisa sacaron sin autorización mi mejor mueca idiota y el saludo que pretendía ser halagüeño resultó un balbuceo infantil. Pero me dijo con la mirada que pensaba algo diferente. En ese momento, el encargado, el bar, las muchachas en la mesa del fondo se desvanecieron. Sólo existía Ella. Mil años después volví a percibir We Will Rock You y el informe murmullo de los demás parroquianos.

“Parece como si me conocieras.” Atiné a decir.

La juguetona expresión de los ojos verdes se intensificó. Desvié la mirada antes de que me hipnotizara, disimulando mi turbación con un trago que dejó el jarro de medio litro casi vacío.

“Tal vez te conozca” Una preciosa mano elegante y un tanto pálida se extendió hacia mí. La suavidad helada me encantó.

“Llámame Theri” No había duda sobre la delicada pronunciación de la Th. Aunque carecía de acento, algo en la entonación la delató como extranjera.

“Soy europea” La sorpresa ante la aparente intromisión en mis pensamientos me hizo olvidar decirle que fuera un poco más específica. “Tengo en las venas algo de sangre eslava, griega, un poco de inglesa y de francesa... en realidad, de muchas nacionalidades.”

Aunque lo dijo con seriedad, sus ojos me insinuaron la idea de un viejo y hermético chiste.

“En realidad” continuó “vengo de Yugoslavia. La vida se ha vuelto difícil por allá. Demasiada sangre, pero muy poca... viva.” De nuevo me invadió la sensación de chiste secreto. A partir de ese momento, la conversación fue bastante trivial. De vez en cuando alguno reía. A veces nos mirábamos con profundo interés; nunca pude sostener su mirada.

En el transcurso de la noche noté el resto de su avasalladora presencia. Alta estatura, un cuerpo delgado y de formas exquisitas, piel suave, tersa y pálida, cabello castaño claro con algunos mechones dorados. No necesitaba maquillaje. Vestía un ceñido traje largo y negro, informal pero elegante.

Después de mucho tiempo empecé a percatarme de nuevo de mi existencia, justo cuando ella se despedía. Un vaso con restos de espeso vino tinto que jamás le vi solicitar desapareció del mostrador en las hábiles manos del encargado. Me quedé unos momentos dudando entre otra cerveza o caminar hasta el apartamento. El encargado me miraba con impaciencia.

“¿Puedo cerrar o se queda a dormir?”

Las luces estaban encendidas, no había música y todas las mesas estaban vacías. Miré mi reloj: Casi las cinco. La cerveza debía estar afectándome. Al incorporarme, tomar un taxi me pareció imprescindible. Cuando pregunté por la cuenta, el encargado me miró con conmiseración. “Ya está paga”.

2.
Desperté sin resaca, pero incapaz de levantarme. Eran casi las cuatro de la tarde: Reuní la voluntad suficiente para ponerme en pie y hacer un par de llamadas. Estaba indispuesto y débil, pero me duché y me vestí para sentarme a ver televisión. En algún momento intenté salir al balcón, pero la luz del sol me empujó al interior con brusquedad y dejándome un fuerte dolor de cabeza.

Cuando anocheció el aburrimiento me corroía y decidí que había recuperado fuerzas suficientes como para una corta caminata... que me llevó de regreso al bar.

De nuevo fue innecesario hacer un pedido: el encargado apareció con una taza de café. No capuccino en ninguna de las variedades alcohólicas. Café, caliente, negro y fuerte. El esfuerzo de la caminata me convenció de no protestar. Tuve dificultades con el primer sorbo, a pesar de estar delicioso, pero luego hice desaparecer la bebida con rapidez. Pensé en salir de allí a buscar una o cuatro hamburguesas, y descubrí con sorpresa que no había comido nada en las últimas veinticuatro horas.

Todos los pensamientos desaparecieron cuando Theri entró. No buscaba a nadie, no pasaba por casualidad. Entró, se sentó a mi lado y volvimos a charlar.

El vaso lleno de vino tinto se movía en su mano a medida que gesticulaba para recalcar alguna palabra. Aunque pensé en el objeto varias veces, algo me impedía preguntarle qué bebía. Entretanto, me iba sintiendo débil y mareado. Pero no había bebido nada después del café.

De pronto me encontré como despertando de una inusitada siesta y el encargado me miraba con preocupación.

“Bueno” dijo. “Me parece que habrá que hacer algo respecto a usted.”

“¿Qué?”

“Cuando termine de desmayarse.”

Su rostro se iba haciendo cada vez más borroso. No pude sostenerme. Sintiendo la barra fría bajo mi mejilla, lo último que vi fue el vaso con restos de espeso vino tinto.

3.
Desperté ya de noche. La oscuridad en la habitación era absoluta, así como el dolor en todos mis músculos, que me hizo reconsiderar la estúpida idea de levantarme y darme una ducha. Media hora más tarde la volví a ponderar y decidí que era buena.

El espejo del baño me devolvió a regañadientes una imagen demasiado pálida y ojerosa, en vivo contraste con unos ojos enormes y muy brillantes. La enfermedad me favorecía.

La ducha y la ceremonia de vestirme fueron mecánicas. Recuerdo que recobré la conciencia justo en el instante de abrir la puerta del apartamento con la vívida imagen del bar en mi cerebro. “¿A dónde creo que voy en este estado?” “¿Cuál estado?” me respondí. Me sentía bien... pero con sed. Mucha sed. Tanta sed como no había sentido en toda mi vida. Cuando tomé conciencia de ello, la imagen del vaso de Theri, el eterno trago de espeso vino tinto, se presentó ante mi con tanta claridad como si ella estuviera presente con su mirada verde esmeralda y su suave, pálida y provocativa piel.

Me pareció extraña la poca cantidad de gente en la calle hasta cuando recordé que mi muñeca izquierda llevaba un reloj. Eran más de las doce. Debí dormir hasta cerca de las diez sin interrupción, pero en ese momento llegué al bar y todos los pensamientos desaparecieron.

Ella aguardaba. Había llegado hacía poco, pues aún no le habían servido el infaltable vaso de vino. Me senté cerca de ella y, la siguiente vez que miré su mano, el vaso estaba allí. Con muy poco vino.

“¿Decidiste reducir tu dosis?”

“No. Es sólo que el tonel ya está casi vacío. Éste es el último trago.”

La debilidad regresó cuando ella pronunció esa frase con ese tono extraño de broma antigua y secreta. Vació lo que quedaba en el vaso y sentí que las luces empezaban a apagarse, y mucho, mucho frío. Ella se acercó con lentitud y me dio un beso suave en los labios. Su boca estaba fría y aún tenía rastros de ese último trago de vino que, justo antes de sentir a mi alrededor la oscuridad definitiva, identifiqué como mi propia sangre.

13 jun 2007

Las Hadas Compañeras...

Como todas las tardes desde que aquella niña le regaló el libro, Laura se encontraba sentada a la orilla del rio mirando las imágenes que adornaban sus páginas cuando las hadas compañeras decidieron hablarle.

Laura era una niña muy infeliz.

Todos sus días eran exactamente iguales.

Desayunaba, si a eso se le podía llamar desayuno, al salir el sol una hogaza de pan duro como la roca y debía salir de inmediato a pedir limosna en las calles del centro; no sin antes recibir sendos golpes de su padre mientras le advertía que hoy debía traer mas dinero que la noche anterior. Pasaba las mañanas vagando de aquí para allá huyendo de los gendarmes que la perseguían acusándola de ladrona cuando su verdadera intención era violarla en algún callejón oscuro; evitando ser arrollada por los carruajes ocupados por algún noble que quería salir rápidamente de esas callejuelas sucias y malolientes; mendigando un pedazo de fruta podrida en los puestos del mercado y poniendo su mejor, o peor, cara cuando recordaba que su padre la golpearía nuevamente al regresar a casa si no llevaba suficiente dinero.
Al entrar la tarde se iba al cruce de caminos a la entrada de la ciudad para intentar, junto con otras cuantas docenas de niños, conmover a los comerciantes que volvían del pueblo vecino con sus bolsas llenas de piezas de oro para que les arrojaran algo de dinero o al menos un poco de comida.
Por las noches regresaba a casa para entregar el dinero del día a su padre que, después de haber golpeado a su madre, se ensañaba contra la pobre Laura, tildándola de inútil y de haber robado mas de la mitad del dinero que le habían dado en el día.

Todos sus días eran exactamente iguales.

Pero su rutina había cambiado ligeramente desde aquel día en que de uno de los carruajes de los comerciantes una mano de una niña de su misma edad, pero mucho más afortunada que ella, le arrojó un libro repleto de imágenes.
Desde ese día Laura sacaba algo más de una hora todas las tardes para irse a la orilla del río y se tendía boca abajo en el pasto a pasar las paginas del libro y a mirar las imágenes que lo adornaban y a intentar armar una historia coherente basándose en ellas.

Todas sus tardes eran exactamente iguales.

Mientras miraba las imágenes del libro deseaba que algo de eso le ocurriera a su padre para que así dejara de golpearla.
Deseaba que el ángel de la espada de fuego lo cortara en dos.
Deseaba que el viejo del cuchillo lo apuñalara sobre aquella roca.
Deseaba que el mar se lo tragara como se tragaba esos carros y esos caballos.
Deseaba que se convirtiera en un bloque de sal como aquella mujer.
Deseaba que lo clavaran a una cruz como a aquel hombre de barbas.
Odiaba tanto a su padre.

Si, todas sus tardes eran exactamente iguales... hasta que las hadas compañeras decidieron hablarle.

Eran dos. Pequeñas y brillantes. Con sedosas y largas cabelleras. Olían a vainilla y sus alas producían un casi imperceptible zumbido. Y le hablaron. Le hablaron y la escucharon. Se condolieron de ella y decidieron hablarle para aconsejarla.
Escucharon sus penas, sus quejas y sus pesares. Escucharon sus odios y sus ideas. Miraron con ella las imágenes de aquel libro. La escucharon y le hablaron y la aconsejaron. Y con su pureza le hablaron al oido e intentaron sacar el odio de su corazon. Le explicaron que mas que odio su padre necesitaba ayuda. Ayuda y comprensión. Que él nunca había tenido amor y por eso no sabía como darlo. La aconsejaron y la hicieron entender que en el fondo su padre no tenía la culpa de su maltrato. Que la trataba así porque no sabía como más hacerlo. Que a él siempre lo habían tratado así.

Las hadas compañeras fueron de gran ayuda para Laura. Desde que hablaba con ellas odiaba menos a su padre e increíblemente este parecía odiarla menos a ella. El cambio de actitud de la niña generó un cambio de actitud en el padre. Si. Las hadas compañeras habían ayudado mucho a Laura. Ya no sentía odio por su padre. Había aprendido a aceptarlo tal y como era. Había gente que no sabía actuar de otra forma sino así.

Por eso Laura no sintió el más mínimo remordimiento cuando cerro de golpe el pesado libro aplastando así a sus dos hadas compañeras. No sintió remordimiento porque ella era así. Era hija de su padre. Y también llevaba la maldad en la sangre.

Posesión del tercer tipo



Se encontraron el y ella en el Infierno, ambos por el mismo
pecado, compartir dos almas que a ninguno le correspondían, mientras estrechaban manos, se dieron cuenta que en algún momento pudieron llegar a ser grandes amores, pero la escasez de sangre en sus cuerpos les hacia falta para sentir esa sensación de escándalo, de placer, esa sensación que solo es posible sentir cuando tu corazón bombea esa liquido precioso, que huele a cobre oxidado, ese liquido que cuando te baña, te renace.
Entonces se dieron cuenta que solo compañeros de melancolía podrían llegar a ser y nada mas, mientras los Ángeles del infierno se burlaban de ellos, el le susurraba a ella pobres diablos si alguna vez así sea por pocos instantes hubieran tenido la oportunidad de estar al lado de las Riberas del rió de la sangre como nosotros, nunca hubieran dudado en vivir en una ciudad pobre, fea y apestosa como la de nosotros, en vez de vivir en este infierno tan hermoso.

Hasta el final...

La noche iluminada por las cientos de estrellas que los veían
caminar por las calles de la ciudad, parecía mas bella, mas larga;
parecía mas una de esas pinturas donde todo es perfecto y el
momento se conserva para siempre en el país de los colores que
jamás perecerán.

Su idea de una noche romántica, eran velas, comida italiana en un
restaurante elegante y un paseo agarrados de las manos mientras conversaban acerca de sus planes para el futuro y discutian si la mascota de la casa debería ser un perro de raza French Poddle o un Husky Siberiano.

Se amaban, y se notaba. Ella lo miraba con ternura repasando cada una de las facciones de su rostro redondo y pálido; el la miraba de pies a cabeza recordando los momentos en los que la había hecho suya y suspiraba. Era la mujer perfecta en el momento perfecto.

Después de un largo paseo decidieron descansar un rato en una de esas banquitas de madera oxidadas, situada junto a un farolito que iluminaba el lugar con luz tenue. La ciudad estaba desierta, les encantaba así, era más fácil escuchar su respiración y con un poco de esfuerzo, podían hasta escuchar los pensamientos del otro.

Tomaron asiento y se se quedaron callados, silentes, absortos cada uno en su mundo de ideas y pensamientos. Sólo se miraban directamente a los ojos, hablando sin hablar. Se abrazaron, fundiéndose entre sentimientos que no podían explicar, haciéndose un solo cuerpo, una sola mente, un solo amor.

El aprovechó el momento y deslizó su mano sutílmente dentro del bolsillo de su larga chaqueta de cuero negro. Se apartó un poco y la besó en los labios; esos labios carnosos y bien delineados, esos labios que se habían convertido en su perdición. De repente ella emitió un ligero gemido y lo único que los separaba era un delgado hilo de saliva que se mantenía firme entre sus bocas.

Ella lo miró de nuevo e intentó articular palabras que se perdían en el silencio de aquella noche. Sin embargo, él sabía que la palabra que ella inutilmente queria decir era Gracias. Se acerco a
su oido y le susurró algo que quedará entre ellos dos para siempre, mientras ella se sumergía en el mundo de los muertos para no regresar jamás.

Se apartó de inmediato y retiró la navaja que había enterrado en su espalda. Unas gotas de sangre se escurrieron por sus dedos huesudos. Cerró los ojos y sin más preámbulos clavó la navaja esta vez en su propio corazón, le dió vuelta para asegurarse de que moriría desangrado
rápidamente y cayó de un golpe justo a los pies de su amada.

Era la mujer perfecta en el momento perfecto. Las estrellas iluminaban la noche oscura ayudando al farolito que se encontraba junto a la banca. A ella le gustaba repasar el contorno de sus labios con su dedo índice; a él le gustaba escucharla gemir mientras hacían el amor. Todo parecía tan perfecto, como en una de esas pinturas donde el amor se conserva para siempre en el país de los colores que nunca morirán.

12 jun 2007

Nunca es tarde...

Faltaban exactamente ciento sesenta y ocho horas. Las mismas que se iban a hacer eternas entre el ajetreo de los preparativos y la cabeza aún dando vueltas.

Habían pasado tres años. Que transcurrieron entre el sosiego que brinda la seguridad y el dolor de aquellos recuerdos. Todo había durado unos meses, sin embargo, habían sido los mejores meses de su vida. Ella se sentía cómoda, El encajaba en ella perfectamente. Sincronia total, como las olas del mar. Aún recordaba su olor a hombre, aquel que la
había conquistado y que cada vez que podía buscaba la manera de recordarlo. Ese mismo olor que le calentaba la sangre y la acumulaba en un solo punto de su cuerpo casi perfecto, que la seducia.

Se acercaba el gran día y no paraba de pensar. No se sentía capaz de dar este paso sin antes saber de él. Seguro sabía donde encontrarlo pero, no quería que la duda llegara en este momento. Momento esperado por todos, aunque para ella, era más una historia bien montada en donde la habían colocado sin querer.

Se decidió y lo vio de frente. Y es que le parecía que no habían pasado los años. Se miraron a los ojos y sin decir más, se abrazaron, se regalaron un beso que guardaba el mismo sabor de antaño, ansiosos, reconociéndose de nuevo, fundiéndose en un abrazo que les recordaba que
habían sido el uno del otro y que al final eran y seguían siendo uno solo.

Ella le contó que iba a unir su vida con el hombre perfecto, Él le contó que no había podido olvidarla pero que siempre había sabido que el pasado le hacía daño.

Ella le dijo que aquel hombre perfecto era un espejismo, para ella, siempre había sido Él su hombre perfecto.

Él le dijo que nunca había podido olvidar sus ojos tristes al verla partir, y que al mismo tiempo se le congeló el corazón, y la sangre que se derramaba de pasión por ella nunca más la volvio a sentir.

Revivieron muchos momentos juntos. Risas, llantos. Solo momentos.

Se despidieron, una despedida externa, porque internamente sabían que nunca iban a poder estar lejos el uno del otro. Ya fuera en esta vida, o en otra.

Y ese día llegó.Ella estaba hermosa, radiante ante los ojos de los demàs, pero sus ojos tristes delataban el sentimiento que su corazón sentía. Sintió de nuevo aquel frio en sus entrañas, igual que cuando lo esperaba cada tarde frente a la bahía.

Antes de la ceremonia se presentó ante Ella y en ese momento Ella se dió cuenta que era el momento de abandonar la historia que no le pertenecía y que nunca le perteneció. Que era el momento de vivir la suya propia.

Ahora son felices, Ella no supo que sucedió ese día, Él dejó todo por ella. Pero nada de aquello valía en realidad la pena si no hubieran vuelto a ser uno solo.

Mujeres

Lo único que le quedaba a ella de esa miserable noche eran las sábanas manchadas con su propia sangre y al cerrar los ojos un pequeño dulce, tal vez amargo, sabor en la boca.
Nunca entendió ni entenderá las ganas de Filiberto de hacerla suya, así sin preámbulos, a la fuerza, despojada de cualquier perjuicio,inerte, casi muerta, aterrorizada.

Si tan sólo supieras que con pedírmelo hubiéramos logrado la noche más romántica de nuestras vidas – repetía ella una y otra vez a su oído, susurrando entre sollozos.

Calla, Magnolia, Calla, no quiero lastimarte, estate quieta, no dolerá, no insistas, Magnolia, ya voy a acabar – Repetía Filiberto, sin entender,sin querer, tan sólo sabiendo que esa noche en esa cama ella a la fuerza, su fuerza de hombre iba a ser suya.

Unos meses más tarde, cuando lo único que le quedaba a ella de esa miserable noche eran las sábanas manchadas con su propia sangre y al cerrar los ojos un pequeño dulce, tal vez amargo, sabor en la boca, Magnolia entró a ese, el cuarto más hermoso de la Ciudad Sin Fin, lleno de rosas y oloroso a canela. Ella, Rosario, la más bella descansaba paciente sobre sábanas de seda.

Magnolia esperó, paciente en una esquina, con la ira casi rebosando sus ojos. Sus manos temblaban. Con el cuchillo en la mano, las lagrimas en los ojos, al descubrir que Rosario levemente despertaba, se abalanzó sobre ella, y sin dejarla respirar, sin ni siquiera dejarla suplicar y gritar, la apuñaleó hasta matarla…………

Rosario se había convertido a la mañana siguiente en la amante fantasma de Filiberto. Magnolia nunca pudo entenderlo, porque aquella noche si el se lo hubiera pedido, ella con más amor que el que ahora guardaba, le hubiera concedido la dicha de hacerla mujer. Ya sus sábanas no se lo recuerdan, ahora, sólo queda de aquella noche, las sábanas manchadas de sangre del cuerpo inocente de Rosario y al cerrar los ojos un dulce, y tal vez placentero, sabor en la boca.

11 jun 2007

Color a Chocolate

El General Díaz fue desterrado a Francia en donde lo aguardaban con los brazos abiertos.

Ya sin él, se desató una desenfrenada hambre de poder que recorría el país de norte a sur dándole a la sangre la facultad de teñir a la tierra del color que más le placiera. Hijos de un mismo pueblo apuñalándose, fusilándose, hiriéndose y matándose entre sí, ¿Cuál será el motor inhumano para matar a un hermano?

Eduardo estaba ahí, hambriento, mugriento, lleno de polvo y tierra, con la suciedad hecha costra y la sangre-viva, esperanza.

Guadalupe, con sus enaguas alzadas para poder navegar con mayor facilidad entre tantos cuerpos: unos tantos estaban vivos, otros, un tanto agónicos y otros muchos, muertos, iba en busca de un hombre del cuál ni siquiera sabía su nombre, recordaba sus ojos sólo por la noche que los tuvo muy de cerca frente a los suyos.

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Ya sin un objetivo claro por el cual luchar, con una falta de paz en el alma y una guerra abundante que se le veía en el cuerpo, Eduardo exhortó a un corazón herido a hacer un labor sobrehumano para seguir latiendo. Su cuerpo parecía estar untado con una sustancia color a chocolate, pero el aroma a muerte decía en sus notas que esa consistencia negruzca era la tierra de la que injustamente no somos dueños mezclada con una sangre que si es nuestra y que duele.

Entre gritos de agonía andaba Guadalupe, con la quijada firme y una entereza celestial. En el suspiro de sus ojos se podía ver la fortaleza de su alma y de su fe. Una mujer de corazón bravío y de sutil belleza, con un cuerpo labrado en fina madera, con el color fuerte y con el brillo resplandeciente. Su piel, sin duda, era caoba.

Guadalupe, en un evento casi milagroso, observó a aquél hombre con vida entre los muertos y sin pensarlo se dirigió a su lecho para estar con él, pues podría ser la última vez que lo sintiera.

Esa mujer, ahora si, con el alma hecha un harapo pero con el corazón desbordado como una máquina de vapor, se acuclilló al cuerpo de aquél hombre emborrachado de emociones y con una cierta destreza que sólo el amor puede dar, pasó su mano izquierda por debajo de la nuca de Eduardo, para sostener su cabeza y tenerlo más de frente.

El destino hizo justicia y una vez más los mostraba juntos, esta ocasión era el quién estaba entre sus brazos y asu total disposición. Sin oportunidad de evitarlo, Eduardo rompió en llanto como implorando perdón, ella no hizo más que limpiar y besar su frente en señal de perdonarlo.

Guadalupe, sacó el puñal que llevaba entre las enaguas y apuñaló sin misericordia hasta matar a aquél criminal que le destrozó la falda, la blusa y consigo, el corazón. Apuñaló con enfado hasta hacer los suficientes agujeros como para verter lo poco que le quedaba de sangre a aquél hombre que soñaba con una revolución que sólo le dio más hambre y más pena.

Antes de las Sombras.

La princesa Shaden y El Cinturón de los Doce Reinos.

De entre las nubes grises y espesas, salen cual flechas las puntas de las torres. Su imponencia siempre hacía a los viejos recordar a sus arquitectos y las manos que lo erigieron en aquellas épocas de más luz, cuando los doce reinos del norte donde -cada uno- hacía hermandad sagrada con el otro y así formar un perfecto cinturón de dominio bondadoso y justo.
Las épocas de luz llenaron de esplendor a toda la región de la comarca y la prosperidad parecía que llegaba en cuanto se pisaran los pastizales del cinturón de los doce reinos.
El reino fundador, aquel que unificó a los otros once, tenía como soberanos a una pareja de jóvenes reyes, descendidos directamente del clan del agua amarga y padres de una hermosa bebé de cabellos castaños, rizados, pequeños, con una piel tan suave como cutícula de almendra y un par de ojos enormes color de luna.
En las mañanas tibias de Mayo, un pequeño cesto con la princesa Shaden era puesto justo en medio del patio principal, vigilado celosamente a la distancia por su madre que estaba pendiente de que la princesa bebé no se tapara con las sedas de su pequeño nido portátil y evitara el contacto con los rayos que se creía, templaban carácter y fortalecían el torrente de su sangre.

Así pasaban esos momentos cálidos de baños de sol y té de camomilas con leche recién ordeñada; baños dos veces al día y una siesta que variaba según el sopor de la tarde.
La infancia transcurría tranquila, a su tiempo, mientras la frágil bebé se fue convirtiendo en una niña sana, activa y corredora de pasillos. Los rulos del cabello se alisaron un poco, las facciones se afinaron, la mirada se profundizó y más aun al escuchar la respuesta de alguna de las infinitas preguntas que le hacía a medio mundo, desde sus padres, hasta el herrero que cada quince días visitaba las caballerizas para revisar los herrajes del los caballos reales.
Shaden podía pasar horas escuchando aquel hombre de grandes brazos, respondiendo a sus preguntas con respecto a los caballos, al martillo, a los callos de sus manos y porque usaba un delantal de cuero y no de seda con bolitas. Preguntaba si le causaba dolor a los coacos, el clavo que entraba en su pezuña y que si estos eran muy valientes o simplemente no sentían dolor alguno… es más, llegó a preguntarle porque traía colgado al cuello algo que para ella era una simple piedra, pero cuando el herrero le dijo que era un diente de dragón, le causó tal fascinación, que llenó de historias de dragones voladores a los niños de la villa que junto a ella, atendían la escuela donde su madre les hablaba de sus antepasados, les enseñaba a leer y les mostraba lo grande de su cultura ancestral.
Les hablaba de los “Guardatorres”; dragones sin jinete que cuidaban los cielos del reino y habitaban las torres mas altas del castillo, así como los “Marduks”, cuerpos sin sangre que, muy al sur del último recinto, vivían en su propio mundo de sombras y penumbra. Estos últimos, también protegían al castillo, pero no contra flechas filosas o invasores de tierras pantanosas, más bien su resguardo era contra lo invisible, contra lo que torcía las mentes y envenenaba con dulces sonidos de una flauta o tiernos cantos de sirena, pero que por alguna razón estaban confinados a vivir entre las sombras.




El comienzo de la noche.

Los reyes andaban inquietos. En la última reunión de ministros de los doce reinos, no supieron explicar que era lo que acontecía.
El reino de Blashfit argumentó que podrìa ser un lobo, o tal vez una manada de ellos, pero de inmediato fue descartada la teoría ya que, aun habiendo pedazos de carne lazerada, no era de lobos dejar los cadáveres de animales como fiambres.
Se sabía que si no acababan con el asesino de vacas, ovejas y caballos, tarde o temprano una vida humana pagaría el precio de su andar fuera de los limítes establecidos.
Se organizaron cazerías nocturnas por los siguientes tres meses, los Marduk seguían en su reino de penumbras sin dar aviso de algo oscuro, pero el resultado infructuoso de los esfuerzos no bajó los ánimos en ningún momento, ya que las masacres súbitamente pararon con la llegada del invierno, dando pie a un tranquilo comienzo del Festival del Vino.

Poco a poco, el centro del cinturón de los doce reinos fue ocupandose cada vez más. La música, las hogeras esparcidas y el olor a cordero con especias flotaba en el ambiente festivo. Grandes barriles con vino de diferentes uvas, llegaban en carretas mostrando orgullosas sus diferentes escudos: Dormut, Blashfit, Vorphalack, Tantru, Keralia y entrando por el lado este, el otro grupo de carretas: Ixta; el reino del Clan del Agua Amarga, Ashtaba, Trebaruna, Cabono, Ankarat, Zidina y Sestriere.
Toda la circular campiña se llenaba de algarabía, júbilo y música de flautas dulces y panderos, hombres y mujeres bailando, bebiendo, comiendo y la princesa Shaden en la lejanía sentada al lado izquierdo de su padre en el pequeño trono a su tamaño, esperando a que los juglares terminaran su acto para poder bailar con los demás niños que brincaban al mismo tiempo y tomados de la mano, cuando de pronto, gritos de desesperación y ahogo se escucharon a lo lejos acompañados de un tumulto que se aproximaba.

El rey, se levantó con calma para divisar desde la altura donde se encontraba con su familia el porque del alboroto. Shaden y la reina se quedaron en su lugar y los gritos de mujer solo clamaban por una niña extraviada de nombre Agnes. La última vez que se vio a la pequeña niña, fue cuando las hogueras se estaban encendiendo y Agnes jugaba con un cordero que se escapo hacía la colina que delimitaba al cinturón de los doce reinos con las tierras de fango y lodo.
Soldados de Ixta y Ashtaba bordearon la mitad del círculo, mientras los de Dormut y Blashfit tomaron la otra mitad, el resto de los reinos, trató de mantener la calma entre la gente y organizaron búsquedas internas pero fueron por demás en vano ya que la pequeña Agnes parecía haber sido tragada por la tierra.
Los miedos comenzaron a llegar y se hacían grandes esfuerzos por mantener la calma y al mismo tiempo se intensificaba la búsqueda que ya tenía varios soldados más de todos los reinos mirando hasta por debajo de las piedras, atrás de las carpas, arriba de los árboles, pero nada, hasta que en medio de unas matas, se vieron un par de zapatitos rojos que al acercarse, se fue convirtiendo en un pequeño cuerpo en posición fetal que se aferraba a una mantita de lana. Todo el cuerpo estaba sucio de lodo y tierra, así como el rostro que mostraba unos ojos enormes como platos. Agnes temblaba y ligeras lágrimas salían de sus ojos que a penas parpadeaban. A unos metros de ella, un cordero masacrado yacía con la cabeza semi separada y sin una gota de sangre en lo que quedaba su cuerpo que aún estaba cubierto de lana.

P.D. Lo dedico en especial a mi hija Zara, la princesa Cabonosa.

ANATOMÍA



La terraza de la casa amaneció cubierta de cenizas, las mismas cenizas que ella había dejado de fumarse en nombre del amor que le profesaba. La casa estaba intacta el fuego no la había tocado, los muebles seguían manchados por las copas del vino tinto viejo de algún momento de bohemia y tersura, el ventilador de techo con su chillido era hora de limpiarlo, la gotera en el grifo de la cocina clamando por el silencio. y la respiración lenta de Janeth consumiéndose tras los gritos de placer de la nueva amante de su actual amor.

Hacía dos años el se había mudado desde el edificio de enfrente a uno de las dos habitaciones disponibles en su apartamento, en ese entonces, ella era amante de un hombre destinado a casarse con la hija de un político en Cartagena de indias, el misterio siempre fue si la prometida de Ramiro sospechaba, o sabia que su futuro esposo compartía la cama con casi todas las mujeres de la ciudad entre semana y que luego cien kilómetros al este compartía el cuarto de invitados en casa de los padres de ella , para guardar las apariencias en la sociedad de mierda y el buen nombre del dinero ganado a punta de corrupción.

Janeth nunca sé caracterizó por tener relaciones estables, sanas, o completas, para ella a estas alturas de la vida le alcanzaba con una buena conversación, varios polvos por noche, y uno que otro bolero. Entonces entre ella y Ramiro el trato era obvio, de lunes a viernes de diez de la noche a seis de la mañana y todos felices, pero en ella se cultivaba el asomo de la esperanza, ese sentimiento que solo nos lleva a desear mas de lo que realmente hay, casi al final esperaba que el no se casará, que dejara atrás todo y sé quedara cómodamente con ella viviendo el sexo como se podía, como lo había, como quería, incluso sin importar que ocasionalmente tuviera que compartirlo con algunas otras , que querrían mas o lo mismo que ella. La ambición de Ramiro siempre pudo más, y ella lo presentía así, entonces sé precipito una noche a hacerle varias veces el amor casi hasta matarlo de placer y deseo, entonces como a eso de las tres de la mañana muy antes de lo previsto le soltó un terrible- ¿te pido un taxi?- ya èl había visto varias veces a Janeth hablando con el vecino del edificio de enfrente, no se le permitía un reclamo, insulto o comentario, eso no hacia parte del pacto entre ellos. Ella vio al vecino como una excusa, o un salvavidas, como la amistad que le permitiría tener las fuerzas para sacarse el Cáncer de Ramiro por un buen rato. Entonces Ramiro entendió que no había lugar a explicaciones o preguntas que ella le había ahorrado el trabajo o el dolor incomodo de decirle en pocas semanas que no se verían mas. Al día siguiente Luis ya dormía en cama de Janeth , el solo peso de su cuerpo cuadrado sobre el colchón la tranquilizaba, y casi automáticamente la palabra, el sudor, y el susurro de Ramiro se fueron desvaneciendo como la espuma del capuchino en boca de quien lo bebe rápido. A Ramiro la unían , largas noches de bohemia, bocanadas eternas de cigarrillos, y copas de vino, y jazz. En pocas palabras el vició de estar incomprendida en un mundo donde nadie entiende nada.

Decía que la terraza había amanecido dos años después de la boda de Ramiro llena de cenizas, pero que la casa no se había quemado. ¿ para que quemar la casa si la que se consumía era ella?. Y tanto llanto no la apagaba, y tanta esperanza de que la amante de Luis se fuera pronto para otra tierra, para otra vida, para otro plano no la abandonaban. Ella ahora solo quería recoger los pedazos de Luis, para volverlo a consolar como cuando lo conoció. Como cuando ambos apagaron sus penas en dormir juntos, amanecer juntos y vivir juntos, sin conocer nada del otro, nada más allá del nombre y el natalicio respectivo, nada mas allá del sexo o de la gota de agua, nada mas allá del eterno silencio de èl.

No parecía hombre si no gato, y nunca le gustaron los gatos y esto lo entendió mucho después. Cuando ya la sangre manaba de la herida, cuando la almohada acallaba su grito de terror. Cuando la repugnaba y lo repugnaba, cuando salió a flote su lado oscuro. Porque ella no soportaba más el silencio de Luis, que sé convirtió en indiferencia, la indiferencia que se convirtió en desamor, el desamor que luego fue compartir la vida de un muerto. ¿Para que compartir la vida de un muerto?, para eso mejor matarlo, pero no lo mataba a èl, los mataba a todos, desde su padre con su correa de cuero azotándola por educarla con amor, a su novio que tenia otro novio, o su Ramiro que tenia una vida de mentiras, y Luis que ahora simplemente era partes de una clase de anatomía. Fue fácil llevarlo por partes a las clases de medicina en la universidad, primero una pierna, luego otra, luego el tronco, cada estudiante compraba su muerto para estudiarlo por partes o entero. Por lo general por partes, era mas ético y mas barato, por eso nunca concordaban las partes, pero curiosamente el de ella era hermoso y perfecto, incluso descuartizado como pollo de corral él conservaba sus ojos azules profundos y su cabello liso rubio. Y ese silencio que compartieron desde el principio se quedó por siempre entre ellos. Ahora era totalmente de ella..
Volvió a fumar.

KATHO

10 jun 2007

Destellos

Mientras el poderoso motor rugía, las luces delanteras cortaban la niebla y los destellos fugaces en la vía le indicaban el camino. . .

-calma- le dijo, ya estamos llegando. . .

en sus oidos retumbaba la estridencia de la música, y el sabor de sus labios lo llamaban. . .

-debo volver- pensó. . .

-esta es mi noche, nuestra noche- se decía, no dejaba de pensar en su mirada, mientras la lujuria lo invadía, otro largo sorbo lo calmó. . .

- no me mires así - le dijo, mirándolo con sus ojos inyectados de furia,

-cuando crezcas entenderás -

los destellos de la noche se apagaron con el rechinido de unas llantas . . .

la sangre de su hijo le quemó el rostro mientras su su último recuerdo fue el sabor de aquella sangre propia.

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Odio en la Sangre.

     El pueblo “La Loma” era un pueblo de mineros pobres (¡como si hubiera mineros ricos!), ubicado en lo profundo de la selva, perdido de la civilización y olvidado del progreso. En realidad era una callejuela polvorienta y el único atractivo que tenía para sus habitantes era la miserable cantina con sus putas baratas y su ron de dudosa calidad.

     A pesar de ser un pueblo pequeño, era un pueblo bullanguero y pacífico, que no tenía mayores problemas excepto cuando el Vicente bajaba al pueblo. Vicente era “cliente” fijo de la cantina, capataz de los mineros, tipo violento, soberbio y abusivo se sabia temido por su fuerza física, de la que hacía alarde a diario.

     Cuando Vicente llegaba al pueblo enseguida se cambiaban sus gentes, todos presurosos procuraban no atravesarse en el camino del “Monstruo”, como lo llamaban entre ellos, para no sufrir algún vejamen de este. En la cantina mandaba Vicente, el cantinero reservaba el mejor trago para él no fuera a pasarle lo de la otra vez que le dio una tunda que lo dejó por varias semanas tullido y en cama por darle un trago malo, y pobre del que estuviese sentado en la mesa preferida del “monstruo” y que estuviera con la mejor puta, Vicente sin contemplaciones le daba de bofetadas y lo tiraba por la puerta de la cantina, este tipo se enfrentaba hasta con cinco gañanes al tiempo y a todos les “daba por la jeta” como decía Isabel, la puta más vieja, y la única que se salvaba del “monstruo” por ser “hijueputamente fea” como le gritaba el monstruo con sorna, delante de todos.

     A finales de verano, cuando ese calor húmedo se apoderaba del pueblo, y sus gentes se refugiaban en la cantina, único sitio con ventiladores y con cerveza bien fría, Villafañe se encontraba ebrio como una cuba, embrutecido a decir no más y sentado en la mejor mesa del local, la Isabel le previno:

- Vea Villafañe, quítese de esa mesa que no tarda en llegar, ya usted sabe quien, y lo manda pa’la mierda.

- Villafañe le contesto: Que venga ese hijueputa que si se mete conmigo le va mal.

     La Isabel se encogió de hombros, y pensó “estos maricas con trago son muy valientes pero a la hora de la verdad, se mean del miedo”.

     De pronto se oye la voz del monstruo, justo detrás de Villafañe, que le dice: “Quite de ahí, pedazo de mierda” mientras decía eso levantaba a Villafañe como un muñeco de trapo y lo tiraba al otro lado de la cantina. Villafañe en medio de la borrachera logró levantarse y decirle al “monstruo”: “Que te pasa pedazo de hijo de puta, acaso eres dueño de esta mierda” una mirada de furia atravesó los ojos de Vicente, quien con calculada lentitud se acerco al Villafañe, quien ya se había arrepentido de sus palabras y temblaba del susto, lo miro directo a los ojos y le dijo:

     “Hoy te mueres, malparido” y de inmediato le mando un golpe a la cara que por poco le aplasta el cráneo al pobre Villafañe, quien ni siquiera sintió dolor pero vio como su sangre pringaba la pared, dicen que la tunda que recibió Villafañe fue cruel, la más cruel que Vicente hubiese dado pero no era para menos también era la primera vez que alguien le insultaba y se le enfrentaba. Por eso el castigo no podía ser cualquiera, y hay que decir que Vicente se ensaño con el Villafañe a quien luego del castigo físico le vino lo peor, el Vicente le quitó las ropas a manotazos como hacía con las pobres putas, que eran más violadas que folladas, y así encuerado lo tiro a la mitad de la callejuela.

     Para ese entonces todos los habitantes de “La Loma” veían impotentes el inclemente castigo al que era sometido Villafañe, pero el castigo no había terminado, la humillación no estaba completa.

     Vicente se acercó al desnudo y bañado en sangre cuerpo de Villafañe, y muy lentamente y asegurándose que todos lo vieran fue abriendo el cierre del pantalón, con calculada lentitud, se sacó el miembro lo apuntó a la humanidad de Villafañe y le empezó a bañar con su meao, mientras le decía: “Vea, tan machito y ahora tragándose mis miaos” las risotadas reverberaban por todo el pueblo, nadie decía nada. Terminado el suplicio, les grito a todos: “A este hijueputa me lo dejan ahí, para que se pudra como el gran maricon que es, cuidadito alguien me lo mueve de acá, porque le va peor que a este”.

     A la mañana siguiente, el cuerpo de Villafañe había desaparecido, nadie daba razón de el, y el pánico empezó a cundir entre las gentes de “La Loma”, y se preguntaban entre ellos “quien carajos había movido al muerto?”. Se organizó una búsqueda pero fue infructuosa no había rastros de Villafañe. Menos mal el Vicente se había ido a la mina en la noche con una de las muchachas, que iba asustada porque sabía lo que se le venía encima: una noche de tortura y dolor, porque el sexo con Vicente no era sexo era castigo, sadismo y dolor mucho dolor.

     Un mes después el pueblo se había ya sumido en su rutina, y el Vicente de nuevo abusando de las gentes de “La Loma”, como siempre, en la cantina se oía a todo volumen una canción de ranchera, los borrachos más borrachos que nunca, el aire pesado cargado al 80% de humedad penetrando los pulmones restando fuerzas, un calor que todo lo impregnaba.

     Vicente tomó a una de las muchachas por la cintura y se dirigió a la puerta, mientras la chica cambiaba miradas con la Isabel, quien con un movimiento de hombros le dio a entender: “relájese y disfrútelo, mija, que no hay nada que hacer”. No había Vicente terminado de atravesar la puerta cuando con el rabillo del ojo alcanzó a ver un reflejo, pero era tarde.

     Vicente crispó las manos y casi tritura a la chica, quien logró zafarse de puro milagro. Vicente sintió un viento helado atravesar por su abdomen, no sintió dolor solo el frío metálico que no pudo reconocer pensó que quizás era un liquido, no habían transcurrido ni décimas de segundo, y sintió ahora el frío subir hasta debajo de su esternon, luego de la nada y frente a él apareció la imagen del Villafañe quien lo miró directo a los ojos y le dijo:

- “Hoy te tocó a ti morir, hijueputa”

     Vicente pensó: “Y este hijueputa no estaba muerto” y alcanzó a decirle: “Y como me va a matar un muerto? Gran hijo de pu….”. No pudo terminar la frase porque el Villafañe hizo el movimiento final, movió su cuchillo de cauchero hacia la derecha y lo extrajo con fiereza y saltó hacia atrás mientras bajaba la mirada. Vicente por instinto siguió la mirada de Villafañe y solo vio su camisa rota pero empezó a sentir como bajaba un frío por sus piernas, dio unos pasos en dirección a Villafañe para darle una trompada, pero de pronto se detuvo: un calambre bestial subió por su espalda y un agudo dolor se apodero de su tripas, no pudo evitar llevarse las manos al vientre y doblarse del dolor. Era una sensación extraña, nunca la había sentido, un frío envolvía sus manos, era como un líquido pero era espeso, grueso. Levantó sus manos e instintivamente las miro. Una mirada de terror y susto atravesó su rostro, sus manos estaban todas tintas en rojo, rojo sangre, su sangre, de pronto todo fue claro el Villafañe lo había chuzado, pensó:”Me jodió este malparido, pero lo voy a matar”, aún no se percataba que no habría más muertes a su nombre.

     El calambre atacó de nuevo, y le obligó a llevarse las manos de nuevo al vientre y a doblarse sobre su abdomen, una debilidad creciente empezó a atacar sus piernas no podía casi caminar. La muchacha reaccionó y dio un alarido de terror y dijo: “Mataron al monstruo”, todos en la cantina voltearon a ver la escena, el monstruo en la puerta doblado sobre si mismo y con las manos en el vientre el Villafañe parado frente a él con su cuchillo en la mano, ensangrentado hasta la empuñadura, pero todos se quedaron sembrados donde estaban, solo mirando.

     Vicente más por instinto que por fiereza empezó a caminar hacia su victimario, pero a cada paso que daba el Villafañe retrocedía uno, los pasos del monstruo cada vez eran más pesados y cortos. Las fuerzas lo abandonaban, pero se resistía a creer que esto le pasaba a él, seguro saldría de esta, pensaba y entonces Villafañe sabría lo que es venganza. Pero no, al llegar al medio de la callejuela doblo rodilla, no pudo más y de pronto en su mente algo estalló: la certeza de que estaba grave, de que iba a morir. El pánico golpeo su cuerpo, sus ojos giraban buscando ayuda, entre los que se habían congregado a observar, desesperado buscaba unos ojos que le dieran ayuda, nada, silencio de todos. El miedo es algo berraco, cuando ataca no suelta a su víctima, y no importa que tan valiente está haya sido, lo doblega. Vicente ya gritaba pidiendo auxilio, extendía su mano derecha tratando de alcanzar a alguno de los que lo rodeaban pero no, estaba muy lejos, y ellos solo miraban, diez minutos habían pasado.

     Un sudor frío inundó el cuerpo de Vicente, las fuerzas eran menos, y él empezaba a aceptarlo: “estoy muriendo, carajo, me muero”. Su cuerpo se fue doblando sobre si, la vista se nublaba cada vez más, ya la muerte no se veía tan mal, sueño un sueño se apoderaba de él. Su cuerpo cayó finalmente y se acomodó en posición fetal, faltaba poco. En un último intento de pedir ayuda levanto sus manos al cielo, y expiro. Su cuerpo se relajo, se defecó y se orino al perder toda su fuerza vital, de la cavidad abdominal fue saliendo todo su contenido, lentamente como un animal reptando, una mezcla de tripas, mierda y sangre, la sangre del monstruo de “La loma”.

~o~

     A Villafañe le hicieron una colecta para que se fuera de la región, porque se sabía que cuando llegará el ejercito, única autoridad de la zona, a Villafañe le impondrían por lo menos 20 años de prisión por haber matado a Vicente.

     A Vicente lo dejaron ahí en la mitad del pueblo, cuando el ejercito llegó encontraron su cadáver en medio del pueblo, en medio de un charco de sangre coagulada mezclada con mierda, y con el calor que hacía el hedor era insoportable, incluso para estos soldados acostumbrados a el, el capitán preguntó que había pasado, pero nadie daba razón de nada. Se organizó el levantamiento del cadáver, ya descompuesto y se le enterró como N.N. porque en últimas nunca nadie supo como se llamaba Vicente.

     El pueblo, nunca más habló del asunto, pero todos los que vivieron estos hechos, cargaban en silencio con una vergüenza, la vergüenza de saber que no hicieron nada por ayudar a Vicente, aunque no lo merecía, que le dejaron morir y que ni siquiera recogieron su cadáver. Esa vergüenza aunque todos la justificaban los carcomía por dentro, su recuerdo los perseguía, los iba languideciendo poco a poco.

     Porque el odio en la sangre mata, mata tanto como un cuchillo afilado en las tripas…

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