Debajo del palo de mango…Mediodía, el sol resplandeciente de un pequeño pueblo de la costa norte colombiana hace que las mentes solo piensen en el siguiente paso a dar.
- Y si uno al morir no tuviera que ser enterrado en esas frías losas de cemento?
- Ay mijo deja de pensar locuras.
- En serio, que tal si a uno lo enterraran en un jardín florido, junto a un palo de mango, a donde pudieran irlo a visitar a uno la familia, los hijos, los nietos a jugar sobre uno mientras hacen un sancocho…
- No mijo, en serio tú ya te volviste loco, deja de pensar pendejadas y comete la sopa.
- Ahhh es que el que piensa distinto de los demás es loco…fíjate, pues entonces yo quiero ser loco esta vida y la otra.
- Ya ombe…comete eso rápido. Que ya tenemos que irnos para el entierro del compadre.
- Ves, con lo que le gustaba al compadre hablar con la gente, sentarse en su mecedor en la puerta, saludar a los vecinos y ahora a quien va a saludar… ¿a los gusanos? ¿A las larvas?... no señor yo no quiero eso para mí.
- Bueno mijo bueno como tú digas. Pero apúrate.
- No a mi no me afanes que ya bastante es que vaya a ese entierro que tu sabes que a mi eso no me gusta.
- Si, como tú digas.
El plato se quedo servido completo en la mesa, enseguida caminaron lentamente hacia la funeraria, en el camino los vecinos la saludaron con desconsuelo, la miraban y le huían la mirada por el dolor que sabían que cargaba.
- Ni idea, tú sabes que la gente acá es como rara.
- Si, no se, es como extraño y sólo te miran a ti.
- Pues ni modo, tu mira para delante y camina que ya vamos tarde.
Entraron a la sala de velación y estaban todos esperándola, la recibieron con grandes abrazos y llantos de consuelo.
- Comadre lo siento mucho.
- Siente mucho, siente mucho ¿que?
- ¿Como así?
- Si, que es lo que siente mucho, yo soy la que lo siente mucho.
- Ehhh…. En fin que espero que el compadre esté en su santa gloria y amen.
- Si que diosito lo proteja.
el compadre pensaba en su árbol de mango, en lo injusta que es la vida y en como los que menos se deben ir mueren más rápidamente; miraba todo un poco extraño, se acercó lentamente al ataúd y lo que vio le heló la sangre, estaba el con su mejor pinta dominguera, guayabera blanca, pantalón reluciente y zapatos de charol. El rostro un poco más blanco de lo normal y un gesto serio y adusto que le quedaba un poco ridículo.
Si, ESTABA MUERTO e iban a enterrarlo en su adorado palo de mango… al menos la mujer le había oído su último deseo, lastima que ni ella creyera todavía que el estaba del otro lado.