Cuando se despertó no podía creerlo, tenía las alas más hermosas que jamás había visto; eran blancas, enormes, hermosas, fantásticas, unas alas como aquellas que recordaba de los libros ilustrados que tenía de niña y leía todas las noches antes de dormir.
Ese siempre fue su deseo; y aunque fuera imposible, pedía lo mismo una y otra vez todas las ocasiones que alcanzaba a ver una estrella fugaz desde la ventana de su habitación o cuando podía atrapar una dama de algodón cuando paseaba su soledad por la ciudad y los campos. Y por fin su deseo se había cumplido, tenía las alas más hermosas que jamás había visto o podía recordar.
Lo primero que hizo fue extender las alas para contemplarlas con atención y al verlas desplegadas se imaginó como un hermoso ángel de los tantos que adornaban sus libros ilustrados; alas que acompañaban a un cuerpo delicado de cabello negro e intrigantes ojos café.
Batió un poco las alas para reconocerlas y luego decidió ascender poco a poco venciendo el temor inicial a lo desconocido; la satisfacción era tal que de un momento a otro se encontró volando entre las nubes y las aves que siempre seguía con la vista.
Desde lo alto pudo divisar el árbol al que siempre se recostaba a contemplar el paisaje o leer un libro acompañada de su soledad, el camino por el que ponía a viajar sus pensamientos y todos los pasajeros de sus sueños deseos e ilusiones; mientras veía todo eso sentía como todos sus problemas y temores iban quedando tan abajo que parecían desaparecer y comenzó a sentirse feliz y satisfecha nadando en ese enorme cielo azul.
Sintiéndose libre por primera vez llegó hasta lugares que jamás hubiera podido imaginar, viendo cosas sorprendentes y personas fantásticas. Con sus nuevas alas fue y vino por donde quiso; y cuando al comenzó a sentir cansancio luego de tan monumental viaje decidió volver a la ciudad, aterrizó en la plaza central y en la mesa de siempre del café de siempre tomó la bebida de siempre como cada vez que salía a recorrer las calles con su soledad.
Cuando terminó su café comenzaron a salir las primeras estrellas de la noche; y entre ellas pudo ver otra estrella fugaz, pensó rápidamente todo lo que podría pedir pero finalmente se decidió y deseó que sus alas jamás desaparecieran; y como si hubiera sido escuchada, la estrella comenzó a brillar tan fuerte que tuvo que cerrar los ojos. Cuando los abrió nuevamente se encontraba acostada en su habitación.
El día pintaba normal. Decidió arreglarse y salir a dar una pequeña vuelta por la plaza central acompañada de su soledad como cualquier otro domingo, pero al salir a la calle y mirar hacia el cielo recordó la sensación de tener alas y desde ese momento todo parecía totalmente diferente; el cielo no parecía tan gris como lo recordaba y su soledad era más amena. Dio gracias por otro sueño cumplido y partió a ver qué cosas nuevas podría descubrir, ésta vez con los pies sobre la tierra.
25 jul 2007
Revelación
Narró:
Kuroko
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3 comentarios:
Solo para soñadores debería ser la advertencia. Buen relato y sobretodo la manera como se trata algo muy recurrente en los que sueñan despiertos, cambiar su entorno
Te Adoro, me escribiste un cuento!!!! Descubriste mi obsesión por las alas y poder volar. Lo lei y lo volveria a leer muchas veces mas, solo porque me sentí plenamente identificada y me encanto, de principio a fin. Pero... devuélveme mis alas ^^
Difícil ha sido encontrar ese equilibrio de soñar y no dejarse elevar... y mantener al menos un pie en la tierra.
Saluditos
Wendy
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