22 jun 2007

Sobre la cama

Es un poco vergonzoso, lo se, pero aprovechando que las letras me dan algo de clandestinidad, confesaré que solía ir solo a moteles, con el fin de ver películas porno y masturbarme. Estoy consciente de que a falta de una mejor palabra es este un acto totalmente patético, pero cuando rayando los 30 no se ha tenido jamás una novia, debe dejarse a un lado la dignidad a la hora de satisfacer esos incontrolables deseos de la carne.

Y no es que sea un hombre físicamente desagradable al sexo opuesto, no. Tengo mis órganos completos, desde esos que importan, como los ojos, hasta esos que nadie sabe donde están ni para que sirven, como el páncreas. Con excepción de una pequeña cicatriz cerca a la oreja derecha, bien podría servir de modelo en un libro de anatomía. Por otro lado, por supuesto, creo que el que tenga la lista de chequeo de mis órganos totalmente chuleada es lo mejor que se puede decir de mi apariencia. En últimas, aun me queda mi buena personalidad. O eso creo. A veces pienso que soy aburrido.

Oh, los moteles. Lo siento. Tengo la mala costumbre de desviarme del tema. Pues sí, solía ir a moteles a masturbarme. Por lo general después de llegar pedía una gaseosa, me quitaba la ropa, prendía velas e incienso, y empezaba a ver a mujeres fingir rostros de inocencia mientras introducían a sus bocas penes que triplicaban en tamaño al mío (en el mejor de los casos). Detestaba las películas con trama y mujeres perfectas, y sentía cierta predilección a escenas con una mujer siendo sometida por muchos hombres, o a escenas con hombres humillados. Era de mi agrado el acostarme derechito, derechito, de forma que al venirme todo cayera sobre mi estómago, y si tenia suerte, hasta sobre mi rostro. Luego me quedaba dormido.

Y sí, todo era perfectamente monótono (si bien disfrutable), todo hasta ese día en que me levante, y vi que en el reflejo del espejo sobre la cama (porque un motel no es motel si no hay un espejo sobre la cama), acostada junto a mi, había una mujer.

Y vaya que no era esta cualquier mujer. Era esta la mujer que siempre había soñado. No era perfecta, como esas modelos que tienen de silicona lo que les han retirado de grasa abdominal. Tenía algo de celulitis, un leve atisbo de barriga, y dormía con la boca abierta, babeando la almohada. De resto, bien habría podido decirse que era tremenda y naturalmente atractiva, ostentando un magnífico par de tetas, unas manos delicadas, unas piernas gruesas, y un culo que provocaba comerse a mordiscos.

Miré a mi lado y, como era de esperarse, no la vi; por lo que atribuí la extraña visión del espejo a un vestigio de sueño que se había negado a terminar al momento en que abrí los ojos. Sin embargo, al volver a mirar hacia arriba, me di cuenta de que su reflejo no se había ido a ningún lado.

Sin quitar los ojos del espejo, acerque mi mano a su cuerpo desnudo. Para mi sorpresa, aunque hubiese constatado que a mi lado no había nadie, cuando el reflejo de mi mano tocó el reflejo de su cuerpo pude sentirla, como si efectivamente estuviera allí. Y la sentía siempre y cuando no apartase mi vista del espejo para mirar a otro lado.

Era suave y cálida al tacto. Bastaron un par de caricias para hacerla retorcer y sonreír. Había despertado, pero era obvio que disfrutaba despertar así, por el roce de mi mano.

No necesito decir que para un hombre que jamás había tocado una mujer, aquella fue toda una epifanía; menos cuando a la mujer en cuestión parece no importarle dónde y por cuanto tiempo sea tocada, y cuando por el contrario lo disfruta. Esa noche por primera vez sentí la blandura y suavidad de una teta, y como un pezón se endurece al ser acariciado. Esa noche sentí la cálida, pegajosa y deliciosa textura de una vagina, y fui participe del temblor que provoca el tocar el lugar correcto en el momento correcto. Esa noche supe lo que era dar placer a alguien más, en vez de dármelo, egoístamente, a mi mismo. Y al terminar, vi sus ojos, el reflejo de sus ojos en el espejo, mirándome frente a frente, y pareciendo al mismo tiempo darme las gracias, y pidiendo que no me apartara de ella nunca más. Bastó eso para enamorarme, perdidamente, del reflejo de una mujer en el espejo. Una de la que no sabía nada diferente a lo que me decían sus ojos, espasmos y silencios.

Visité el motel durante días, encontrando a mi amada en el espejo todas y cada una de las veces. Cada día, la misma habitación pintada de blanco, la misma cama de cabecera de caoba, el mismo piso de rombos verdes y azules, cada día, hasta el día en que al acostarme sobre la cama, descubrí con horror que el espejo había desaparecido.

"Una pareja lo rompió esta mañana", me dijo el administrador. "No pregunte que estarían haciendo, pero encontramos el potro sobre la cama, un enano encadenado sollozando, y a la chica con la cabeza ensangrentada, desnuda, recubierta de pedazos de espejo. El tipo se perdió, tal vez creyéndola muerta. La chica está en el hospital".

Pero a mi me importaba un soberano rábano la chica, y de inmediato pregunté por el paradero del espejo. Atónito, el administrador me dijo que habían echado los pedazos a una bolsa negra y los habían tirado a la basura. Mi amada, a la basura. Que falta de respeto, que atropello, que desconsideración. Raudo acudí al sitio donde apilaban las bolsas de basura y descubrí, para mi fortuna, que el camión aun no había pasado y que todo estaba allí. Luego de buscar por unos minutos, encontré la bolsa con mi amada dentro, rodeada de condones usados, papel higiénico, sábanas manchadas de sangre, colillas de cigarrillo y botellas de licor.

Mi amada, mi dulce amada, ¿cómo permitir que te quedases ahí? Hasta el mismo basurero habría ido a buscarte. Hasta el mismo infierno de ser necesario.

Ya hace un mes que estoy pegando los pedazos rotos del espejo, esperando volver a verla. Y no ha sido fácil, no, pero me motiva una fuerza sobrenatural, algo que no podría explicar, algo que no conocía y que solo puedo describir como amor. Verdadero amor. Y hoy pegué el último pedazo, el único que hacía falta. Mientras escribo estas líneas espero pacientemente la noche, con la esperanza de verla otra vez ahí, sonriendo mientras acaricio sus muslos, retorciéndose cuando introduzco mis dedos entre sus piernas, y mordiéndose los labios al llegar al orgasmo.

Esta noche sí, mi amada. Lo sé. Esta noche te veré otra vez.

***

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Wow! Vaya historia....sin palabras...

Nash702 dijo...

Fuerte, agria y bastante bien contada.

Maya dijo...

Me encantó!!!! Por Dios!!! me imaginé todo, todo!!! Excelente. Felicitaciones 10/10

Jaime Diaz dijo...

Y quien dice que no somos nosotros la imagen en el espejo?

Me demore en inscribirlo, lo siento, no debi, mas despues de leerlo.

Asthuriel dijo...

Clau M, Sniper y Maya, gracias por los buenos comentarios. Pido disculpas por la extensión y la crudeza, pero esta historia se fue escribiendo sola.

Túrin, me alegra su cumplido. Por cierto, es usted bueno para leer entre líneas.

Unknown dijo...

Que cuento! Bien contado... Excelente

Me lo imagino en un cortometraje

Aretino dijo...

Que historia! Independientemente de las connotaciones subjetivas del relato, del personaje, y ese acercamiento al mito de Narciso, el que vio su imagen en el agua y se enamoro de ella, ese primer párrafo es uno de los mejores leído hasta ahora.

Ir a un motel a masturbarse. A quien se le podría ocurrir eso!

Ma. Magdalena Torres dijo...

Clap. Clap. Clap. Simplemente espléndido.

Aretino: es triste. Mi cuento era sobre Narciso... Ahora tendré que pensar en otra cosa.

Iván R. Sánchez dijo...

Me gustó, tiene un poco de cada cosa necesaria para hacer que corra la imaginación, es bastante creativo y está muy bien contado.

Kelly1986 dijo...

ohhh! que bueno me encato seria un buen relato erotico ...me fascino...

Anónimo dijo...

Wow... excelente.

Me ha encantando este cuento.

Anónimo dijo...

El cuento tiene un poco de oscuridad en su relato, aunque podría suceder en cualquier parte del mundo,interesante sería hacer un perfil psicológico del personaje y tal vez sería interesante que escribieras más acerca de él. Felicitaciones por el cuento y de verdad me encantaria unirme al blog.

Anónimo dijo...

Asthuriel:

Curioso lugar para enamorarse...

Me ha parecido una muy buena historia...

Pegar y reacomodar todas las partes, como en muchos momentos de la vida!!!

Saluditos

Wendy