Se sentó como todas las mañanas frente al espejo grande de su cuarto. Ese día algo había diferente en el ambiente, lo presentía y ella creía fielmente en sus percepciones. Acomodó la banquita de madera recubierta con terciopelo rojo y comenzó a cepillar su largo cabello negro; hacía tres años no lo cortaba. Mucha gente criticaba el hecho de que se lo dejara tan largo, era de mal gusto y le daba un aspecto desaliñado en algunas ocasiones. A ella le encantaba mantenerlo suelto, era tan liso que le llegaba hasta las nalgas y por las noches, cuando se acostaba en su cama, se envolvía en el para no sentir frío.
Le gustaba sentarse una hora todos los días frente aquel espejo y cepillarlo, una y otra y otra vez, hasta que llegara al punto en donde ella creía que lucía perfecto. Mientras lo cepillaba, mantenía la mirada firme en el espejo, esperando que algo sucediera, esperando que el cielo le consediera su mas ferviente deseo.
Así, esa mañana, en una de sus eternas sesiones frente a aquel objeto que conocía sus más profundos pesares, notó algo diferente, algo que la pertubó por un momento pero que le dió la paz que tanto anhelaba. Su reflejo en el espejo le sonrió. Quedó atónita por unos segundos, pero no tardó en devolverle el saludo con la misma sonrisa. Se levantó y dejo a un lado su cepillo sin haber terminado de arreglarse el cabello negro azabache y se acercó lentamente hacia el reflejo que la miraba mientras la imagen en el espejo se alejaba a su paso.
Ella extendió su mano pálida y rozó con la yema de sus dedos la supeficie del espejo. La chica del reflejo se dió vuelta algo asustada y se llevó las manos a la cabeza, era obvio que aquella niña tampoco sabía lo que sucedía y en un abrir y cerrar de ojos todo cambió.
La chica en el espejo soltó una carcajada y su miedo se desvaneció. Cuando vio que ella estaba lo suficientemente cerca, sacó sus manos a través del espejo como si lo único que separara una habitación de la otra fuera un simple marco de madera, y la empujó hacia el interior del mismo. Era imposible que fuera su reflejo, tenía mucho más fuerza que ella y su mirada estaba llena de odio y resentemiento.
El cambio sucedio en cuestión de segundos: Ella había quedado en el interior del espejo, atrapada; jamás comprendío por qué no podía salir como su reflejo lo había hecho. La chica del reflejo, en cuanto comprendió que se quedaría para siempre en el mundo mortal, tomó unas tijeras que estaban escondidas en un cajón y sin pensarlo, comenzó a cortar su cabellera a la altura de sus hombros. Cuando terminó, se dió vuelta y sonrió. Corto le sentaba mejor.
Esa mañana ella sabía que algo pasaría. Lo que nunca imaginó fue que quedaría atrapada para siempre en aquel viejo espejo, convertida en el reflejo de alguien que siempre quiso ser.
7 comentarios:
Interesante cuento, hasta moraleja tiene, sin embargo me hubiera gustado que le explotaras mas la parte macabra y la angustia de quedar atrapada por siempre.
Me gusto. Buen relato.
A mi parecer el ultimo parrafo sobra. Dejalo abierto al publico, con esa sentencia de que corto le quedaba mejor.
Interesante el cuento Maya...algo por ahi va el mio... :)
"...y por las noches, cuando se acostaba en su cama, se envolvía en el para no sentir frío."
A mi Maya, este tipo de partes me encantan.
Un Abrazo.
Ésta es la Maya que me gusta leer!!!! ^__^
Que bonito, me cautivan las palabras, me cautiva la imagen que queda posterior... No te corregiría o sugeriría nada. (Aparte no creo tener la autoridad para hacerlo).
Maya:
Me gusta la idea y la opción que tiene el de imaginar qué pasará con quién quedó dentro del espejo...
Saluditos
Wendy
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