26 ene 2011

Lirio (1)

Era una casa pequeña.

Aunque para ser sincero, parecía pequeña. En realidad cuando entrabas parecía mucho mas amplia e iluminada.

Por fuera se veía oscura y lúgubre, supongo que esa era la intención de su dueña, pues los pocos “afortunados” que se atrevían a cruzar ese portal que siempre había chirriado desde nuevo (aunque nadie estaba seguro de aquella casa alguna vez hubiera sido nueva) no imaginaban que Carmenza tuviera la delicadeza de mantener su interior bien iluminado, caliente y ordenado.

Pero había una imagen que mantener y en la profesión de Carmenza esto era bien importante, sin ella tal vez el respeto se perdería y para una bruja, el respeto lo era todo.

Porque Carmenza estaba convencida que la brujería era un arte, como no, pero su máxima grandeza estaba en usarla cuando era necesaria.

Había traído niños y terneros al mundo durante décadas sin necesidad de usar un simple hechizo, había salvado cosechas, curado enfermedades y hasta lanzado maldiciones sin necesidad de media palabra arcana, solo con miradas fingidas y practicadas frente al espejo.

Solo en situaciones extremas había usado el arte y por eso Lirio no entendía porque estaba lavando platos sin usarlo.

La muchacha rubia y con ojos de esmeralda era muy linda, pero debajo de su piel curtida por el sol, ese cabello sin peinar y la ropa totalmente remendada era muy difícil darse cuenta.

- Fortalece el espíritu - Dijo Carmenza, como leyendo la mente de Lirio y ella reprimía las mas sencillas maldiciones que había aprendido, junto con aquellos hechizos que podían hacer los quehaceres domésticos mientras ella tendría la oportunidad de perder el tiempo en cualquier otra cosa.

- Ademas, espero que todo este limpio para cuando vuelva

Lirio, la aprendiz de bruja, se quedó quieta, olvidó lo mucho que le molestaba el lavar los platos y se quedó mirando a Carmenza que aspiraba a bocanadas un inmenso cigarrillo que olía a cacao.

Lirio no recordaba mas madre que a Carmenza, lógicamente no era su hija (las brujas muy rara vez tenían descendencia) y había aceptado como cierto el hecho de que un lobo la había dejado en la puerta de la casa y desde allí la había adoptado, pues a punta de golpes ya sabía que no debía cuestionar las verdades de su maestra.

- ¿Vas a ir también? – dijo Lirio con un nudo en la garganta

- No seré la única que no vaya – dijo Carmenza con la mirada perdida en sus pensamientos

- Ninguna que ha ido ha vuelto – contestó Lirio

- Pues tal vez yo si, tal vez yo no, pero la tierra se muere, la tierra esta atada al rey y este se muere, si no hay heredero la tierra sufrirá y no hablo de las guerras que seguramente llegarán, hay algo que tienes que entender – Carmenza hizo una pausa y la miro fijamente – La tierra es el rey y el rey es la tierra.

Lirio vio pasar una semana y una noche Carmenza le dijo que temprano al dia siguiente se iba.

- Pero todas las tardes sabrás si estoy bien, justo antes del anochecer donde quiera que estés un pájaro negro vendrá a visitarte, trinara solo una vez, si no lo oyes querrá decir que estoy en gran peligro, pero si no viene querrá decir que nada puedes hacer ya por mi, de cualquier manera no vayas a buscarme, esta tierra perdida en la montaña necesita de ti, sabes lo que debes saber y lo demás lo aprenderás sola.

Lirio no lloró, ya había olvidado que era eso, tragó su dolor y Carmenza lo supo, pero no la reprimió.

A la mañana siguiente Carmenza se fue cargada con poca ropa y su cayado negro, hacía un par de meses habían hecho el de Lirio que era gris y se despidió sin palabras cariñosas, solo indicaciones sobre el cuidado de la casa y de la gente del pueblo, pero cuando se iba con el sol a sus espaldas Carmenza la miró y para Lirio eso bastó, era la mirada de su madre, que la amaba, la quería y le dolía dejarla, ni un “te amo” hubiera remplazado aquel momento.

Ese día fue muy ocupado para Lirio, tuvo que ayudar a una vaca a parir y actuar como juez en una disputa entre familias por un cerdo, para ellos aquella muchacha no tenía la autoridad para decidir, pero Lirio era una buena aprendiz, escupió el suelo y los fulminó con una mirada, después de quedarse callados esperando alguna maldición aceptaron su palabra.

Ese atardecer esperó en la puerta y el pájaro apareció, parecía un cuervo común y corriente, ademas graznó de manera vulgar que Lirio pensó que era una broma. Pero no, no podía ser de otra forma con Carmenza.

Pasaron 3 semanas y Lirio empezó a acostumbrarse a estar sola y esperar la llegada del pájaro al anochecer, pero sucedió que un día el pájaro llegó y la miró con una mirada cargada de nostalgia.

Era la mirada de aquel día cuando Carmenza partió, intentó trinar pero no pudo, ningún sonido salió y de repente se echó a volar.

Lirio intentó llorar aquella noche, no pudo.

Tampoco pudo dormir.

(Continuara)

1 comentario:

Doña Efimera dijo...

Me encanto.........Qdo en espera, de mas entregas :)