Hubo una vez un hombre de grandes ambiciones. Eran tan grandes y eran tantas que aún durmiendo - o con más razón - no paraba de pensar en ellas. Eran todas impresionantes y envidiables. Algunas eran obras sociales, otras incluían dominar el mundo y solo algunas veces, nuestro querido ambicioso, añoraba ser un ser banal, aunque debía reconocer que cuando lo hacía se sentía bien.
Era un hombre de imperativos y principios a priori. Era un hombre que se embriagaba con las sensaciones más paganas pero con un sentido infinito de su propia buena fe. Un hombre aveces torpe, debemos reconocerlo, pero en medio de su torpeza siempre hubo un infinito amor hacia quienes apreciaba. Egocentrico algunas veces y superfluo en otras, pero siempre con la sensación de que debía superar su propio ser y su propia identidad para llegar a ese punto que tanto deseaba llegar.
Un día la muerte decidió entrevistarse con él. Golpeó su puerta y nuestro amigo le abrió. Ella se identificó y en medio de su estupor y después de alguna prueba de que su vistante era quien decía ser, accedió a escucharla para saber que era lo que deseaba la muerte de él.
Se miraron fijamente por un largo rato. Nuestro heroe sudaba y palidecía mientras descubría la mezcla de belleza y maldad que envolvía el rostro de su visitante. Pensó en todo lo que él quería, era y soñaba ser. El soñaba con la inmortalidad a través de sus obras.
Al final ella sonrió, inmutable se levantó para marcharse y le dijo:
No te preocupes, no eres nada, solo un fulano más que con sus ambiciones pretende vencerme.
Pic: ":P" by Esparta licenciado bajo una Creative Commons CC. BY-2.0
Soundtrack: Die Sonate Vom Guten Menschen - Gabriel Yared.
4 comentarios:
Excelente! Queda uno reflexionando, especialmente el final...
Hace tiempo no veo cuentos por acá! Sigan poniendolos!
Saludos!
Me gusto...me gusto :)
¡Muy vacano el cuento y no se queda atras la igagen que lo acompaña..super!
saludos
renacelarte.blogspot.com
Lo mejor es escuchar la banda sonora mientras se lee el texto.
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