20 ago 2009

Las chicas malas van a Monaco

Alguna vez escuché que las chicas buenas iban al cielo, pero que las malas iban a donde les daba la gana.

Y si, las chicas buenas generalmente terminan su carrera juiciosas, se hacen profesionales bien pagas, cumplen sus sueños laborales, pagan sus cosas y se hacen independientes, eventualmente conseguirán un buen hombre (a veces con mucho trabajo y tarde), de esos buenos profesionales, que llegan temprano a su casa y cuyo mejor plan es ver comedias románticas y las repeticiones de Friends arrunchado con su novia en la cama.

Al final ellos llevaran una vida plena, con hipoteca del apartamento, préstamo del carro, tendrán unos dos hijos y les darán la mejor educación que sus sueldos puedan pagar.

Hasta que alguno de los dos se de cuenta que malgastó su vida en todo eso, pero eso es otra historia.

Lo cierto es que en cambio las chicas malas van donde les da la gana... incluso a Monaco.

Sheyla era una chica mala.

La conocí en algún bar de esos donde uno iba a ligar lo que se apareciera en Barranquilla, de los que quedaban en la 79 y que lastimosamente cerraron, dejandonos sin sitio de pecado y perdición los fines de semana.

Delgada, rubia teñida, con un culo precioso y con unas tetas que soñaban con crecer a punta de silicona. Le faltaba clase, pero le sobraba ambición y ganas de tirar.

En seguida me di cuenta de era de las que corría riesgos, disfrutaba el sexo pero en el proceso le gustaban los beneficios económicos que el traía, era una perra vendiendo su culo, pero era conciente de ello y aun sin ser descarada, tampoco lo ocultaba.

Lógico que hubo mucho sexo con Sheyla, del bueno, del cochino, y era buena en ello. También pague por el, definitivamente no me cobraba al terminar como cualquier puta callejera, pero tenia que pagar sus rumbas ocasionalmente y sacarla de uno que otro apuro con un "préstamo" que me iba a pagar apenas le cayera una platica.

Sin embargo Sheyla sabia que yo no era millonario y con el tiempo se fue asincerando y me contó que ella no le importaba no haber estudiado un carajo, tenia un señor casado que le pagaba su apartamento y ciertos lujos que se daba, que el tipo no era desagradable y le dejaba hacer lo que ella quisiera. Con el tiempo, con mas sinceridad, me contó que su numero de amantes no eramos solo dos, esta mujer era promiscua de verdad y obtenía placer y dinero a través de todos nosotros, soñaba con tener sexo grupal y le aterrorizaba envejecer.

Sheyla y yo fuimos amantes durante un año o mas, pero llegamos también a ser amigos, luego se fue a Panamá y perdí su rastro.

Ayer me tomaba unas cervezas en un sitio en la San Martín de Cartagena y de repente se me acercó una mujer embarazada. Era Sheyla.

Me contó que regresó de Panamá y se instaló en Cartagena hace cosa de un año, aquí siguió en las mismas hasta que conoció un Europeo que administraba un Casino en el Principado de Montecarlo.

Hasta un chica libertina, una perra consumada, una zorra en su mas amplia palabra, sabría que ya se acercan los 30 y que no hay que dejar pasar una mina de oro. En Octubre del año pasado, la niña que vivía en el barrio Simón Bolívar de Barranquilla se casaba mejor que muchas del norte de la ciudad. Ceremonia en la Santo Toribio, fiesta en el Santa Clara... en fin, con todos los juguetes que los euros de su feliz y orgulloso esposo podían comprar.

Me dijo que hoy viajaba a Montecarlo, allá, donde solo viven los millonarios de verdad a verdad, a tener a su hijo para que fuera Monegazco y entonces le pregunte abiertamente si la maternidad y haberse casado le habían cambiado su manera de vivir.

Y vi esa sonrisa nuevamente, estuvo a punto de mentir, se lo pensó y me dijo: Perro viejo no aprende maña nueva.

Solo se le olvido cambiar el genero, no es perro, es perra.

(Me encantan estas historias, con principe azul y finales felices, pero especialmente si incluyen princesas peliteñidas perversas y ninguna moraleja)

1 comentario:

Alejandro Serafín dijo...

Excelente Turín!!! cómo me hubiera gustado haber conocido a Sheyla!!!! qué personajazo!!!