30 nov 2007

(Mega Historia Conjunta)

- Segunda Parte -

Ricardo Villafuerte, delgado como sus mismas noches de billar y sexo, de estatura media, lo suficiente para confrontar aquellas manos de billar en el atardecer universitario, era afanado por sus contendores en cada turno, con la paciencia del agua vigilaba su taco y lo rozaba con la bola blanca, su mirada se unía casi con el verde de la mesa, se asemejaba a sus ojeras que ya entraban en el conteo de siete noches sin desaparecer, a su lado, Julieta, una joven de familia conservadora le acompañaba, su presencia no veneraba el gusto por el billar ni mucho menos su afición por los hombres, era una apuesta perdida y debía pagarla acompañando a su compañero de clase aquel jueves de octubre, abajo en el primer piso, Carmela dialogaba con un precoz visitante, ojos marrones, pantalones cortos de jean gris y camisa manga corta de color blanco, su mirada de incrédulo delataba su edad, lo aproximaba a los trece años, las canicas en sus bolsillos y sus medias alzadas hasta las rodillas lo invitaban a salir del bar si por la voluntad de doña Carmela fuese, sin embargo, al fondo, con su bastón de guayabo y su mirada de marinero, don Antonio le insinuaba que lo dejase quedar, ella sin embargo acompañó al menor a la salida mientras que éste con su deseo de conocer el mundo de los mayores alcanzaba a ver en el segundo piso al par de muchachos tomar cerveza y gritar alrededor de la mesa de billar, se trataba de Ricardo, acababa de meter dos bolas en la mesa para odio de sus contendores, hombres mayores y sin oficio, sólo clientes y amantes de doña Carmela, nada más que eso.

Julieta bajaba las gradas para servirse de otra cerveza, asustada por el exceso de testosterona se refugiaba en la barra del establecimiento donde una señorita que ya se vestía de veinte febreros le destapaba la botella de la cerveza que apenas dos minutos había encomendado, al lado de la barra y en su mesa de siempre don Antonio hablaba solo pero con entusiasmo, narraba sus experiencias en las fuerzas militares y de cómo una tiro en la pierna lo hizo renunciar al oficio militar.
Carmela de vez en vez se le acercaba con un trago de ron para agradecerle esas conversaciones innecesarias, sólo como pretexto para limpiar la mesa y recoger las doce botellas vacías de cerveza que como buen dueño del billar consumía sin responsabilidad alguna, momento preciso para preguntar por el infante que salía del negocio.

- No es más que un niño perdido, seguramente anda buscando a sus hermanos pero no lo creo, además no es momento de andar cuidando bebés, ya bastante tuve con criar este bar de mierda, la idea de convertirlo billar fue buena, no sé en qué estaba pensando cuando apoyé la idea de volverlo café, ni los intelectuales pagaban el café. Malditos poetas de barrio, en vez de andar pavoneándose con ese tema del comunismo deberían trabajar para tener si quiera tres miserables billetes, ¡sólo tres billetes!, no le pido más a la vida, sólo que paguen. Por lo menos el billar da para comer y vivir en paz -

- No me dejes con la incertidumbre mujer, ese niño tenía algo especial, lo vi, lo vi –

- Tú lo que viste fue a un perdido, hace mucho que no te bañas, ni siquiera para dormir, deberías bañarte si quiera para el día que la muerte te llegue enterrarte limpio y dignamente –

- ¿Acaso ya quieres que me muera mujer? –

- No don Antonio, sólo quiero que te bañes de una puta vez –

Julieta subía las gradas con un par de botellas en cada mano mientras pensaba en la apuesta perdida, el hecho de darse cuenta que su amiga Enrica no era virgen le demandaba no solamente una apuesta perdida sino, una amiga perdida, la moral de su hogar no le permitía hablar de sexo, y la moral de sus amigos no le permitía hablar del hogar, por eso Enrica no había sido invitada a esa tarde de cerveza, música y billar.
Muchos desconocidos para ella en un solo lugar, pero sus dos amigos de cacerías y cuadernos le enseñaban de poco en poco a morder esa manzana llena de discordia que en el hogar se toma con leche, es decir, le guiaban a caminar por la senda de una adolescencia prematura, quizás su primer contacto con el taco de billar la tacharía para siempre de una mujercita de casa con ganas de putear en la cama de sus padres, pero ella muy bien sabía que no caería en el curioso camino del sexo, mucho menos con sus compañeros de colegio, todo lo contrario, no veía la hora de graduarse para irse de esa fría ciudad y estudiar arquitectura, le encantaban las estructuras, le fascinaba el dibujo y en especial hacer maquetas con palos de paleta, su amiga Enrica que a esa hora ya visitaba a su novio Germán, sólo pensaba en hacer dinero, no en construir casitas de paleta.

Ricardo le recibió las cervezas a Julieta y susurrándole al oído un gracias le dejó por sorpresa, se sentó en la mesa cerca de la mesa de billar para ver a su hermano perder en el juego, él ya había ganado sólo quería tomarse sus cervezas y conversar con Julieta, pues el hecho de ganar una apuesta le obligaba a gozar el momento, su mirada a pesar de estar en conexión con la conversación de Julieta iniciaba se desvivía por conocer a la mulata que atendía en la barra, sabía que tenía veinte años porque alguna vez la escuchó hablar con don Antonio, pero era precisamente don Antonio el que le inspiraba miedo y timidez, el que no le permitía acercarse a la barra a conversar con la mulata a menos que fuese para pedir una cerveza o unos cigarrillos, en las mesas atendía doña Carmela razón por la cual era difícil hablar con la adolescente que sacaba las botellas del refrigerador.

Eran las seis treinta y el sol se había fugado ya hace más de media hora, los jugadores de la mesa se retiraban para sentarse en sus respectivas mesas y hablar de todo y nada a la vez, sólo quedaba el hermano de Ricardo y otro joven acomodando las bolas para iniciar otra partida de billar, Julieta que esperaba el momento de irse a casa no lograba captar la atención de Ricardo. Don Antonio seguía discutiendo con Carmela sobre su negocio y ella, en la barra veía el agua que comenzaba a caer a la entrada de “Billares Lima”, justo en ese momento comenzaba a llover y la música no paraba de sonar.


Continuará...

4 comentarios:

Iván R. Sánchez dijo...

Está muy bueno y de alguna manera me parece que continua la esencia de la primera parte; esa era la idea, señor Armando, su escritura es muy agradable y pues le cuento que la segunda parte le quedo muy chevere. Esperemos que alguna otra persona se anime a darle forma a la tercera parte. A partir de ahora empieza el termino de 5 días. Gracias a todos los que leen y gracias a los que escriben; por cierto, que buena decisión haberlo invitado al Blog.

phiriaph dijo...

me engancho desde que lo empece a leer, tiene buena narrativa, que bien, ya espero el siguiente... =P vamonos animense xD

AV dijo...

Me alegra que les haya agradado. Espero visiten mi blog y dejen sus excelentes comentarios y su buena energia, esa energia que nos alimenta la inspiración para escribir desde las viceras. Aquí les dejo el link, no sobra hacerlo dos veces http://elnoticierodelocotidiano.blogspot.com/

ZaLoi dijo...

me gustaria iniciar o continuar la tercera parte.
gracias

y esta super buena esta idea, es un muy buen motivador a leer y escribir
muy re-bacana te quedo esta parte.