20 may 2011

Lotería

(Este relato esta basado en una historia real)

Juancho tenia 63 años cuando se suicidó.
Pero contrario al suicida común, Juancho no se suicidó por una situación desesperada, ni por un desengaño amoroso. Juancho se suicidó porque se ganó la lotería solo una vez.
Esperen y les cuento.
Juancho era un tipo trabajador, se había casado cuando joven y había criado 3 hijos varones, los había educado y cada uno había tomado su camino como profesionales exitosos, mientras su mujer y el seguían con el negocio de repuestos para carros en la carrera 38, que les había generado una mediana prosperidad económica desde hacía ya 30 años.
Sin embargo Juancho siempre anheló con ver mas mundo del que había conocido, su dedicación al trabajo nunca le permitió cumplir el sueño de conocer su adorada (pero lejana) Cuba, de la que admiraba desde “El Che” hasta su Baseball, conocía por fotos todas sus bellas playas y soñaba con alguna vez amanecer en Varadero, en silencio deseaba una noche con una mulata cubana, después de bailar salsa en un viejo cuarto con ventanas abiertas y el calor de La Habana, para después de un orgasmo fumar esos puros que de vez en cuando tenía la fortuna de conseguir.
Añoraba ver un amanecer de la isla, con el ron de la tierra, con el sonido del mar.
Y a Juancho se le negaba todo esto, porque las cosas ya no eran como antes, porque a los 55 enviudó, porque se sentía muy viejo para endeudarse y no quería pedirle a sus hijos.
Sin embargo Juancho hacía algo todos los miércoles.
Juancho todos los miércoles compraba la lotería del Atlántico y realmente de tanto hacerlo, ya se había convertido mas en una costumbre y no aspiraba a ganársela, era mas bien una excusa para romper la monotonía de una vida simple.
Pero sucedió lo impensable, Juancho se ganó la lotería.
Lógicamente la felicidad fue grande, pero después se empezó a preocupar. El que tenía lo básico no sabía en que gastarse su dinero, pensó en regalarlo a sus hijos, pero estos se negaron y ellos que sabían de su deseo de ir a Cuba le dijeron que lo hiciera.
Juancho cerró su negocio un jueves en la tarde y así permaneció durante un año. El viaje era de un mes, pero pasaron los 30 días y no se supo de el, al siguiente mes sus hijos se empezaron a preocupar, pero 15 días después llegó una postal de Cuba con una foto Polaroid, en ella estaba Juancho con la sonrisa mas sincera de la humanidad, al lado una bella morena de veinte que le daba un beso, en el fondo se veía el inmenso sol cubano en un hermoso atardecer en el mar.
Pasó un año en el que Juancho sin explicaciones no volvió, mandaba pruebas de “supervivencia” decían sus hijos y solo el podía saber que estaba haciendo allá, pero en sus fotos sus ojos brillaban de una manera casi infantil, de esa manera en la que uno no puede evitar contagiarse con la mas sincera felicidad ajena.
Un día Juancho llamó a uno de sus hijos.
Le dijo que necesitaba que le prestara un dinero, desde hacía algunos días no tenía ni un centavo y había llegado el momento de volver. A los pocos días Juancho volvía a Barranquilla, pero cuentan los que lo vieron que no se parecía al de la foto, sus ojos apagados y su sonrisa falsa denotaban una gran tristeza.
Un día se reunió con sus amigos y empezó a tomar cerveza en una tienda, después de varias alguien se atrevió a preguntar por enésima vez la misma pregunta: “Aja Juancho, ¿que fue lo que te la pasaste haciendo en Cuba?”.
Juancho por única vez contestó: Siendo feliz. Y les contó. Les contó de los partidos de Baseball, les contó de las playas, les contó del Ron, les contó de la morena, les contó y mientras contaba sus ojos volvían a brillar, pero cuando terminó se volvió a apagar y les dijo: Yo ya no entiendo la vida, si no es en Cuba ya no quiero vivir.
Entonces los miro con la expresión que tiene un hombre decidido y les dijo: Voy a comprar la lotería, si no me la gano para volver a Cuba, me mato.
Se lo quedaron mirando unos segundos y luego soltaron la carcajada, porque tomaron todo como una chanza de borracho, pero Juancho, el de la chanza, no se rió.
Al siguiente miércoles nadie se acordaba del cuento de Juancho, cuando compró la lotería nadie prestó atención, sin embargo el viernes El Heraldo, en su sección de judiciales, tituló: Se suicida comerciante de repuestos.
Juancho había comprado el periódico el jueves y con calma había buscado el resultado, cuando descubrió que no tenía tanta suerte, se enfrentó a la vida que le quedaba, vacía y sola y con nostalgia derramó dos lagrimas pero sonrió.
Y es que si alguien le hubiera tomado una foto mientras ponía el viejo pero cuidado revolver 38 que rara vez habia disparado en su sien, habría visto que aquel brillo en sus ojos había vuelto.

1 comentario:

andredu dijo...

Excelente cuento y ni hablar del final. Muchas felicitaciones