El Diablo me andaba buscando.
Me dejó un mensaje en la contestadora, me mandó un correo electrónico, me envió un mensaje de texto.
Fue incluso a buscarme al trabajo, pero ese día estaba ocupado y no lo quise atender, me dejó un recado con alguna amante, hasta me mandó una orden judicial.
Pero fue en la heladería del parque donde me encontró, yo me tomaba una malteada de arequipe y el pidió una de fresa, me dijo que no tenía con que pagar y me planteó la situación.
Quería un rembolso de todo el dinero que había malgastado pero nunca acabado, quería que le devolviera el placer del sexo puerco y lujurioso, de las noches sin amanecer, de la sangre derramada y de los pecados cometidos con plena conciencia e intención, quería que le diera mi caótica vida de vuelta, aquella que había obtenido a cambio de mi alma.
"No quiero tu alma, te perdonaran todos los pecados y entraras a la gloria de Dios", me dijo con su tono zalamero y mentiroso, me miró con esos ojos llenos de furia y rechinó sus dientes con la rabia que solo el señor del mal puede contener.
Lo miré y le sonreí, le recordé que había un contrato y que ya nada me podía devolver, porque en realidad nunca hubo nada que entregar, que mis pecados se pudrirían en el vacío sempiterno de mi interior donde solo había silencio y oscuridad, porque jamas tuve alma que vender.
Porque nunca tuve alma que corromper ni salvación ni condena para mi.
Entonces disimuladamente el Diablo se pellizcó, como aquel que de una pesadilla quiere despertar.
12 may 2010
Sin alma
Narró:
Jaime Diaz
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