El era un hombre de éxito. Todo lo que había querido, en mayor o menor medida, lo había tenido. Se había enamorado después del dolor y en ese amor fijó todas sus esperanzas, pero nuevamente le falló el amor. La falta de palabra, decía el...
Vagó en su inconciente, subconciente, conciente y ultraconciente. Evadió. Sigue evadiendo y ahora acepta su propia mediocridad como parte de su vida. Sabe que al final nada de nada tiene importancia. Solamente quiere producirse a si mismo la mayor cantidad de felicidad que pueda.
De pie, en la cima de una montaña notó a un ave, un colibrí que se posó en su hombro derecho. Traía un mensaje de su pasado, en letras que ya no reconocía, en sentiemientos que ahora eran distantes. De pronto, un corriente de aire le trajo una idea, una pulsión por hacer algo impensable.
Vio tras de sí el terreno sobre el que estaba. Una enorme meseta de pastos verdes con un toque azul. Unas flores rojas y amarillas que se mecían con el viento. Retrocedió. Cuando se sintió listo se detuvo. Miró de nuevo al horizonte. Emprendió una carrera y en el camino, inmensas plumas tornasoleadas comenzaron a brotarle de la piel. Su boca comenzó a endurecerse, se tornó del mismo material del que estaban hechas sus uñas y comenzó a prolongarse desde la mitad hacia el frente. Comenzó a perder la memoria, trató de aferrarse al más precioso de sus recuerdos porque sintió miedo de perderlo definitivamente. Ese recuerdo del único ser que le había amado tal y como era. Luisa...
Al llegar al borde, simplemente se dejó caer. Se dejó llevar hacia su incierto presente sin recordar nada de lo que fue.
Son las 9:45 a.m. El sol decembrino brilla preciosamente en las montañas de los Andes. Ella cuida un cayeno rojo. De la nada, un colibrí se acerca a la inmensa planta a tomar un poco de néctar. En un hecho insólito, se posa luego en su hombro. Se acerca a su mejilla y refriega su pequeña cabecita contra ella. Luego se va volando.
Son las 10:00 a.m. Suena el teléfono y Luisa se entera de que Antonio fue hallado muerto en las faldas de la montaña.
Vagó en su inconciente, subconciente, conciente y ultraconciente. Evadió. Sigue evadiendo y ahora acepta su propia mediocridad como parte de su vida. Sabe que al final nada de nada tiene importancia. Solamente quiere producirse a si mismo la mayor cantidad de felicidad que pueda.
De pie, en la cima de una montaña notó a un ave, un colibrí que se posó en su hombro derecho. Traía un mensaje de su pasado, en letras que ya no reconocía, en sentiemientos que ahora eran distantes. De pronto, un corriente de aire le trajo una idea, una pulsión por hacer algo impensable.
Vio tras de sí el terreno sobre el que estaba. Una enorme meseta de pastos verdes con un toque azul. Unas flores rojas y amarillas que se mecían con el viento. Retrocedió. Cuando se sintió listo se detuvo. Miró de nuevo al horizonte. Emprendió una carrera y en el camino, inmensas plumas tornasoleadas comenzaron a brotarle de la piel. Su boca comenzó a endurecerse, se tornó del mismo material del que estaban hechas sus uñas y comenzó a prolongarse desde la mitad hacia el frente. Comenzó a perder la memoria, trató de aferrarse al más precioso de sus recuerdos porque sintió miedo de perderlo definitivamente. Ese recuerdo del único ser que le había amado tal y como era. Luisa...
Al llegar al borde, simplemente se dejó caer. Se dejó llevar hacia su incierto presente sin recordar nada de lo que fue.
Son las 9:45 a.m. El sol decembrino brilla preciosamente en las montañas de los Andes. Ella cuida un cayeno rojo. De la nada, un colibrí se acerca a la inmensa planta a tomar un poco de néctar. En un hecho insólito, se posa luego en su hombro. Se acerca a su mejilla y refriega su pequeña cabecita contra ella. Luego se va volando.
Son las 10:00 a.m. Suena el teléfono y Luisa se entera de que Antonio fue hallado muerto en las faldas de la montaña.
Pic: "colibri" by Romulo fotos on Flickr.com
Sountrack: Love by Zoé
1 comentario:
Wow....solo eso...
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