El sol del amanecer ilumina a Kata, que camina sin ganas por la calle polvorienta. Mil pensamientos cruzan por su cabeza, y ninguno de ellos la hace sonreír.
“Regale a Mamá en su día”. “Día de la madre, 20% de descuento”, pregonaban los carteles de los negocios.
“Muy irónico”, piensa Kata.
No puede evitar pensar en su madre… De pequeña se llevaban bien, ella la adoraba.
Les gustaba cantar juntas, y reían siempre, tanto.
Su madre hacía tortas de chocolate, y Kata la ayudaba, mas estorbando que otra cosa.
Después, Kata creció, se volvió rebelde, su madre ya no la entendía… Comenzó a salir más y más con sus amigas… y a hablar menos con su mamá, quien “nada sabía de la vida”.
Las dos mujeres se separaban cada vez más, mientras Kata aumentaba sus salidas, y comenzaba a frecuentar discotecas, bares, locales nocturnos …
Luego llegó el divorcio de sus padres, y su madre se sumergió tanto en sus propios problemas que no supo ocuparse de Kata… La mujer no pudo superar el fracaso de ese matrimonio, y el alejamiento del hombre que tanto había amado, que aún quería. Se hundió en la depresión, mientras Kata salía con sus amigas y no hablaba ya más con aquella madre histérica y triste.
El dolor y la soledad terminaron por afectar la salud de la madre. Al año, la mujer fallecía, dejando a Kata sola con un padre ausente y una tía poco interesada en la suerte de su sobrina. Kata estaba por cumplir los quince años…
El sol continúa su carrera por el cielo, mientras Kata entrecierra los ojos. Sus pasos son lentos. Le duele la cabeza, y solo piensa en su cama. El turno ha sido largo esa noche, y los clientes le han dejado muy pocas propinas…
No recuerda bien ya el punto exacto en el que las salidas nocturnas con sus amigas se convirtieron en otra cosa. La noche siempre había sido su ambiente, y con la muerte de su madre y la indeferencia de su padre y su tía, Kata perdió todo control.
Empujada por la necesidad de independizarse, Kata busco trabajo y entró finalmente en uno de sus bares favoritos. Primero fue camarera, pero al tiempo entendió que el verdadero dinero estaba en otra parte...
Al caminar, Kata masajea su vientre, aún chato, mientras las lágrimas ruedan por sus mejillas. Hoy se ha enterado… Justo hoy: Día de la Madre. Sería gracioso sino fuera tan triste.
El nombre del padre no tiene importancia. No lo sabrá nunca. Para él solo fue una transacción, pero para Kata, puede ser el fin de la vida como la conoce… Podría tal vez intentar “arreglarlo”… pero arriesga su vida, ya que es ilegal, y ella no tiene el dinero para ir a una buena clínica…
Sin ver a donde va, Kata dobla la esquina, Un rayo de sol la enceguece por un segundo, y cierra los ojos, aún nublados por las lágrimas. Cuando los vuelve a abrir, nota algo extraño, que la hace abandonar por un segundo el oscuro torbellino de sus pensamientos.
El barrio ha cambiado. Un segundo antes se encontraba en la esquina de su calle, por donde se llegaba a la pensión donde vivía, y luego… Todo era distinto. Hasta el cielo tenía otra tonalidad, la luz tenía otra calidad, y ese olor en el aire le recordaba…
Un reflejo adelante llamó su atención. Se trataba de un puestucho desvencijado que nunca había visto, pero que tenía, bien visible, un cartel que decía “Informaciones”.
Distraída, Kata se acercó al puesto. Era una pequeña oficinita con paredes de un material plástico, algo arruinadas, y que tenía una ventanita en su parte delantera. Parecía un viejo puesto turístico.
La ventanita estaba cerrada, pero encima de esta había un cartel:
“Oficina de Informaciones” decía en letras grandes.
Y mas abajo “Usted esta aquí”. Pero ningún mapa de calles acompañaba la leyenda.
Solo un dibujo de una cruz roja sobre un cuadrado amarillo, rotulado “Cruces”
Irritada y confundida, Kata estaba por irse, pero algo la hizo seguir leyendo. En letra más chica, el cartel explicaba:
“Bienvenido a los Cruces, o Esquinas de Vida.”
“Nuestro pequeño paraje, del que estamos orgullosos, es de una calidad única. La mayoría de nuestros visitantes solo vienen una vez en su vida.
Estamos felices de recibirlo”
“Historia: Nuestro pequeño paraje existe desde siempre, aunque no sea fácil de encontrar. Se trata simplemente de un sitio de paso, desde donde los caminantes pueden tomar un rumbo nuevo.
Como usted sabrá, las esquinas no solo representan cambio de dirección geográfica, sino también, oportunidad, cambio de perspectiva, novedad… al mismo tiempo representan un ciclo siempre renovado, porque cada esquina termina en otra esquina, y luego en otra, formando así una cuadra, sobre la que se puede girar eternamente… o a partir de la cual se puede tomar un camino totalmente diferente.”
Estas palabras despertaron ecos antiguos en Kata, quien no podía dejar de leer.
“Transportes: Para llegar aquí, usted debe tomar caminos difíciles, pasar por decisiones equivocadas y atravesar duros eventos. Solo así se puede visitar nuestro sector”
“Recomendaciones: Si ha llegado hasta aquí, es porque, a pesar de todo, alguien ha decidido que usted merece una segunda oportunidad.
Como usted sabrá, las esquinas pueden representar grandes cambios de dirección.
He aquí lo que ha de hacer:
Si quiere revisar los errores cometidos en su camino y corregir algunos, debe doblar a la derecha en cada esquina que encuentre, hasta llegar a destino. Si quiere hacer borrón y cuenta nueva, debe doblar a la izquierda, en cada esquina, hasta llegar a destino. Si usted es indeciso, y quiere tomarse un tiempo, solo siga derecho… hasta que se canse de caminar sin rumbo”
“¡Gracias por visitarnos! ¡Y buena suerte!”
Eso era todo. El cartel amarillento no decía nada más, pero era más que suficiente.
Sin saber que pensar, Kata volvío a mirar el lugar en el que estaba. A pesar de su pesar, de su dolor y su confusión, esas palabras habían despertado algo en ella. Sentía que algo fuera de lo común estaba pasando. Algo le decía que realmente, alguien había decidido acordarle una segunda oportunidad…
Como en trance, comenzó a caminar.
Dobló a la derecha, una, dos, cinco veces… Allí estaba el bar, la noche en que aquel hombre la tomaba.
Corrió hacia la próxima esquina, y dobló otra vez más a la derecha, y otra, y otra. Vio la noche en la que le hicieron la primero proposición indecorosa, esa que la precipitó en el oficio más antiguo del mundo.
Derecha, derecha, derecha. Kata corría cada vez más rápido. Allí estaba el bar, la noche en que entró a trabajar como mesera… luego la primera noche en que se cayó desmayada de tanto beber…el día en que se fue de casa de su tía…
Kata seguía aún doblando a la derecha en cada esquina… Y cada vez, en lugar de girar sobre la misma cuadra, antiguos lugares y eventos aparecían.
Sus pies parecían volar sobre las calles, aún polvorientas, mientras su vida retrocedía, y Kata con ella. Volvió a ver las primeras peleas con su tía. Vio las tardes solitarias, esperando aún una improbable llamada de su padre. Volvió a ver a su madre, enferma, deprimida.
Corrió, corrió, corrió. Siempre a la derecha, mientras sus pasos, y sus recuerdos, la llevaban a un día en particular. Con la respiración entrecortada, Kata se detuvo en fin.
Su cuerpo era distinto también. No sabía que edad tenía, pero sus pechos no habían crecido aún, así que debía ser pequeña.
“¡Regale a mamá en su día!” Volvían a pregonar los carteles, pero esta vez, en otra calle, y en otras tiendas.
Los pasitos de Kata eran cortos, pero rápidos y alegres. Iba saltando y riendo, con la risa de la niña que volvía a ser. Hoy era el día de la madre, y ella tenía que abrazar a la suya, y decirle cuanto la quería.
26 oct 2007
A la vuelta de la esquina
Narró:
Sumergida
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4 comentarios:
Snif... casi me haces llorar...
super lindo, la verdadera historia de muchas. uffffff :)
Que buena historia, pero confieso que a mi no me hace llorar. Esta bien tierna y eso es para sonreir, no para llorar.
me gusto mucho... donde kedara ese lugar? me gustaria encontrarlo...=(
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