11 mar 2011

Historia de un Domingo gris.


Eran las 5:58 am y Walter se estaciona frente a la casa de Nadia. El frío descomunal no fue excusa para impedir que este par de ingenuos sellaran su cita con el deseo y la ternura. Mucho menos para que ella saliera antes de las 6:00 am a recibirlo.

Nadia salió de su casa muy abrigada para evitar enfermar y mientras tanto a Walter era invadido por el escozor de saberse pecando, aunque por ella bien valía la pena hacerlo. La hermosa morena que desde hacía años lo había cautivado con sus ojos de animal y su boca perfecta, aquel menudo cuerpo que podía desafiar algunos de los más influyentes hombres del país, había aceptado escaparse con él, para dejarse hacer el amor en algún lugar remoto en el que se habían prometido desinhibirse completamente.

Manejaron por algunas horas. El paisaje verde combinaba perfectamente con el día gris, que además estaba adornado por la vista de la laguna. Era exactamente como los dos lo habían imaginado, aunque ninguno de los dos supiera que habían imaginado el mismo paisaje.

Finalmente habían llegado a unas pequeñas cabañas en lo más alejado de las montañas. Disfrutarían de un baño termal juntos, lejos de todo el que les conocía y que pudiera juzgarles. Querían ser ellos y sus sentimientos, sin nadie que les recordara algún prejuicio tonto según el cual, no debían estar juntos.

Alquilaron una cabaña para dejar sus cosas mientras estaban ahí. Se pusieron sus respectivos trajes de baño y caminaron hasta la piscina para entrar juntos. Era curioso pensar que hasta el momento no habían cruzado ninguna mirada seductora o de lujuria. No habían besado aún sus labios. Solamente jugaban, se sonreían, se salpicaban mutuamente con el agua, se tomaban fotos. cantaron cada canción que sonó durante el viaje. Eran como un par de niños.

Luego de almorzar y quedarse un rato más en la piscina, llegaron las 3 pm. Decidieron que debían irse, porque en el mundo real, había muchas cosas que los esperaban. Entraron nuevamente a la cabaña. Mientras él tomaba una ducha, ella se encargó arreglar el poco equipaje que traian. Una vez terminó de asearse, fue el turno de ella en la ducha. Duró apenas lo necesario y salió arropada en una de aquellas batas blancas de hotel, al tiempo que secaba su negro cabello.

Se sentó en la cama y extendió su brazo derecho como para buscar algo. Entonces sintió las manos de Walter en sus rodillas, debajo de su bata. Se miraron fijamente. Había llegado el momento. El introdujo sus manos en la bata blanca hasta llegar a su cintura. Se detuvo. Luego subió por su vientre hasta sus senos. La tumbó en la cama y ella mientras tanto, se deshizo de su estorbosa bata blanca. Estaba asustada y excitada. Pensaba que él se había arrepentido de su propuesta. La verdad no hubiera importado, porque había disfrutado mucho de su compañía.

Los nervios lo invadieron como no sucedía hacía mucho tiempo. No podía cerrar sus ojos mientras la besaba. Ella tampoco. Decidió bajar a su entrepierna y mientras él bajaba y ponia su mano en su muslo derecho, ella colocó su mano derecha sobre la de él. Comenzó a mordisquear, besar y lamer su ingle. A veces se detenía y simplemente paseaba la nariz por su vagina. Notó que cuando lo hacía, ella se estremecía. Trató de mirarla, pero por la posición en la que estaban, no pudo. Pero su olor estaba desatando todos sus instintos. Quería devorarla con sus besos, sus lamidas, sus mordiscos y sus embestidas.

Nadia comenzó a pellizcarse los pezones. Con su otra mano, buscó la mano de su amante y entrecruzaron los dedos. Sintió que como comenzó a subir por todo su cuerpo con sus labios hasta encontrar nuevamente su boca, pero esta vez, mientras recibía sus besos, sintió como la penetraba. Un gemido escapó de su garganta. Como señal de querer que ese momento durara para siempre, enredó sus piernas en la espalda de su Walter y con su mano izquierda lo tomó de la nuca para ahora tomar el mando en el ritmo de los besos. Luego, en una maniobra que podría ser envidiada por cualquier artista marcial, logró ponerse sobre él. Ahora ella tenía el mando.

Una vez sometido, él solamente entrecruzó sus dedos con los de ella. Hizo que sus brazos le sirvieran a Nadia como apoyo, mientras ella jugueteaba con su cadera para mover su miembro dentro de su vagina. El compás de sus movimientos era delicioso y finalmente la agitación propia de los momentos previos al orgasmo femenino, comenzó a sentirse en toda la cabaña. Ella estaba disfrutando de su cuerpo, como probablemente ninguna otra mujer lo había hecho y en medio de la batalla que se libraba entre el pubis de ambos amantes, la garganta de Nadia emitió el sonido inconfundible de la satisfacción.

Aunque extasiada, Nadia tenía aún fuerzas para hacer que su amante alcanzara el clímax. Sin embargo, quería sentirse sometida. Se ubicó sobre sus cuatro extremidades, mientras Walter buscaba su propio orgasmo. Ante la imagen del cuerpo sometido de Nadia, se colocó sobre ella, puso una de sus manos en sus pechos mientras se apoyaba en su cadera. Walter no tardó mucho en gemir indicando que su orgasmo también había llegado. Había disfrutado de la mujer que tantas fantasías, desvelos y proyectos le había significado.

Tendidos sobre la cama se miraron fijamente mientras el resaltado color del iris de sus ojos transmitía el mensaje de cariño entre dos almas que ahora estaban más unidas que nunca. Pasadas varias horas, llegaron nuevamente al mundo real. El la dejó en su casa y condujo hasta la de él.

Eran las 10:58 de la mañana del día siguiente. Un hermoso sol brillaba en aquel pueblito primaveral. Walter esperaba ansiosamente en el altar a su prometida y tal como había sido siempre su costumbre, Nadia atravezó la puerta de la sinagoga antes de que se cumpliera la hora en punto. Todos los presentes creían que asistían a la consumación de un gran amor. Nadia Serge y Walter Hëgon sabían que su gran promesa de amor había sido sellada un 23 de abril, domingo gris de 1984, en una cabañita escondida en las montañas de su amada patria.

Pic: "She's my drug"por kainr

Soundtrack: Atomic - Blondie

1 comentario:

Patricia dijo...

Bellísimo!! El inesperado final lo hace aún más tierno.
En realidad, es el verdadero amor lo que hace que todo se vea y se sienta bello.
Cariños….