6 mar 2008

Epitafio Inmoral

Es como si estuviese de pie con los brazos abiertos esperando el aire correr, como si la lengua se congelara cada vez que un improperio se le cruza en la cabeza, o como cuando se encierran las palabras en un juego de miradas digno de una coquetería sexual; caminando de prisa en medio de los afanes del hambre se cruzan silencios mundanos para dar paso a una mirada femenina, piernas que alardean en un cuarto o que se cruzan en un PARE. Un juego hecho lenguaje nos configura sistemáticamente para aprender a despejar dudas de la mente y actuar en el vulnerable encierro de la mente, a secas o no, dejamos a la vanidad el deseo de arrastrar fluidos a cambio de granos de mierda.

A causa de los problemas del hogar comienza a encerrase en un frasco urbano de vanidad, se ensimisma en ese vacío que logra cubrir los agujeros de la razón, muerde fuertemente eso que llama amor y lo mastica con rabia, lo escupe a un costado de la carretera para así heredárselo a esa mierda que según él, cubre la ciudad. Se toma un café, lo revuelve durante largos minutos mientras piensa qué hacer con su vida, busca en Cristo la solución a sus males, busca en Dios al árbitro de sus conflictos, ve en lo canónico de su mundo un camino incierto de posibilidades para vivir, se resume en un suspiro y bebe sin darse cuenta de lo que hace un largo sorbo de café, frío y amargo como su carisma, lo deja a un lado con una mueca de asco. Siente en ocasiones que la vida le ha cultivado cucarachas en la cabeza, pedazos de hielo en las manos y una gran vocación de suicida en el hogar.

Con todo el descaro del mundo saca un cigarrillo y lo exhibe cual trofeo para intentar fumar como mecanismo de duelo, definitivamente es en ese tipo de rituales que su vicio se vuelve confidente de sus hechizos pensamientos, algunos sexuales, otros filosóficos, pero todos en general producto de un incuestionable don para improvisar, para hablar esa misma mierda que escupe con rabia. Quizás el licor o el sexo le sirvan de catarsis, quizás el tiempo perdido le recomiende entregarse a los brazos del dolor, en ocasiones su perseverancia para ignorarse a si mismo le sirven de afecto para maltratar a los pocos y casi exclusivos amigos que le aman, no es vanidad, todo lo contrario, es un innumerable deseo de progresar a costa del sufrimiento ajeno, hasta su misma sombra lo evade cuando de la vida se trata la reflexión.

No basta engañar a la mujer amada para sentir que es un Casanova, tampoco de fumar y beber para examinar su salud mental; sus discursos mutan al ritmo de la soledad, se reúnen en sus pasos y maúllan para dar señas de mortalidad a ese inmortal deseo de soledad que carcome su conciencia, ¿conciencia?, quizás es más un delirio de refugio que de raciocinio, al fin y al cabo su lengua sigue paralizada y su mirada sigue negociando fluidos.

La poesía es su arma, pero nunca se le ha considerado de destrucción masiva sino más bien de autodestrucción. Versos y rimas, su vida gira en prosa pero sus engaños y pensamientos caen al cliché de la rima para ajusticiarle de su sombra, esa mierda que dice es el mundo lo embriaga de ciudad para amarrarlo a las esquinas de la muchedumbre, lo fusila con miradas de desconocidos que rechazan su ropaje y su cabellera. Los vicios son lo único que han logrado besarle los labios, y la verborrea lo único que se ha posado sobre su lengua. Cristo redentor le ofrece alternativas, pero a nombre de Dios sigue cometiendo negativas y brujerías. La poesía es su bruja, la poesía es su mierda, la poesía es su rumba y esa prosa que rima con vida sigue siendo su musa, toda una musa para matar en nombre de Dios.

AV.

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